miércoles, 11 de abril de 2007

ENTREVISTAS



Luis Yuseff en busca de la rosa
Por Leandro Estupiñán

http://cubavistaalasseis2.blogspot.com/2009/06/luis-yuseff-en-busca-de-la-rosa_04.html


Luis Yuseff (Holguín, 1975) lanzó el anzuelo y pescó doble. En realidad, era un mismo anzuelo (la poesía) y dos eran las carnadas (el cuaderno Dolor de la resurrección y el libro La rosa en su jaula). Los lanzó y picaron los jurados (Raúl Luis, Guillermo Rodríguez Rivera y Teresa Fornaris, en La Gaceta; Virgilio López Lemus, Alfredo Zaldívar y Geovanys Manso, en el “Oriente”) de dos premios de importancia: la XIII edición del Premio de Poesía La Gaceta de Cuba y el Oriente. Buena pesca. Alguna vez escribí que Yuseff parecía un pescado. Cuando se queda quieto, lo veo como uno de esos peces de pecera que parecen observarnos detrás del cristal, mientras abren y cierran la boca como si nos dijesen algo. Pensándolo mejor, se me parece al inglés Oscar Wilde. No lleva la rosa en el bolsillo, ni se exhibe vestido de manera escandalosa como el inglés, pero la guarda en su interior. Es su leitmotiv, su sueño recurrente, su símbolo persecutor.Le ha cantado a “la rosa de las ruinas, la rosa de arena, la rosa de Beirut, la rosa imperial austriaca, la rosa suicida, la rosa de nadie…”. Ah, la rosa de nadie. La rosa es un símbolo permanente en su obra, compuesta por libros de poesía y prosa, ganadores del Premio de la Ciudad (2003), los lauros Calendario (2005) y Adelaida de Mármol (2008) y algunos otros. La rosa y la libertad (¡esa dama perseguida por las artes!), lo que se tiene y lo que no se tiene, la nostalgia, algunos amores como la poeta Dulce María Loynaz... Son sus visiones y motivos.Ahora, en los textos acabados de premiar, vuelve con alguno de estos símbolos. La rosa en su jaula, el Premio Oriente entregado por la Editorial de igual nombre en Santiago de Cuba, es un libro divido en tres partes. En ellas, trata de homenajear a escritores cubanos, entre los que se encuentra un ser descomunal como lo fue José Martí. También, se fija en rusos que vivieron el conflicto de la Revolución como Serguei Esenin y Vladimir Maiakovski. Claro, un aparte especial lo tiene Dulce María.Dolor de la resurrección, por su parte, es un cuaderno integrado por poemas que parten de un libro inédito. Fueron escritos recientemente y su concepción es totalmente distinta al cuaderno antes mencionado.De sus autores de cabecera, ha heredado Yuseff algunos presupuestos para la escritura y algunos símbolos que, si la Premio Cervantes 1992, Dulce María, cultivaba en su Jardín, habrá recogido él en su Salón de última espera o en el río que atraviesa su patio cuando llueve. Es un privilegio de poetas: casa donde llueve dentro y fuera y la poesía se trasforma en barquitos de papel que terminan desvaneciéndose con la creciente, cuando la humedad es excesiva.A Yuseff lo he visto en las distintas peñas literarias que vive la ciudad: en el Café de la UNEAC, preparado por Manuel García Verdecia (ganador hace un año del mismo premio en La Gaceta…), en los espacio de Joaquín Osorio, en aquellos que organizaba cuando era vicepresidente de la AHS y compartía con coetáneos como Kenia Leyva. De todos los recuerdos, guardo con agradable entusiasmo aquel que me llevó a conocerle en la Feria del Libro del 2005.Fue en Las Tres Lucías y Luis Yuseff presentaba el libro de sonetos de Joaquín Sabina que José Luis Serrano había presentado días atrás en La Cabaña en presencia del español. El Café estaba repleto y era tanto el alboroto y la confusión que por algunos meses pensé que Yuseff usaba bombín, hablaba ronco y le cantaba a la rosa de lima, prima lejana, lengua de gato, bicarbonato, de porcelana. Mas, pronto hube de volver a la realidad y el holguinero tuvo en mi mente el lugar que ocupa en la actualidad. Su rosa es otra, más triste, pero le entretiene. Durante sus tardes en el Café, mientras se dirige al barrio donde vive o al hospital donde trabaja, la rosa le acompaña, tan enigmática como la de Gertrude Stein, aquella poeta que un día, hace mucho tiempo, escribió: “Una Rosa es una rosa es una rosa es una rosa…”


Con los pies en la tierra
Por: Rubén Rodríguez





Luis Yuseff (Holguín, 1975) acaba de obtener el Premio de la Ciudad de Holguín 2003 en Poesía, en el certamen anual homónimo. Químico de profesión y poeta por vocación, ganó recientemente, además, el concurso “El árbol que silba y canta”, con el cuaderno Posada del vino resplandeciente, y su libro El traidor a las palomas fue uno de los más vendidos por Ediciones Holguín el pasado año. Ahora responde qué es Vals de los cuerpos cortados.
“Me resulta siempre difícil definir con pocas palabras algunas cosas, aunque se dice que el verso es síntesis y si aspiro a ser considerado como poeta entonces no estoy siendo coherente con la causa que defiendo. Es como si me pidieras que definiera qué ha sido mi vida con una o dos palabras, entonces corro el riesgo de dejar fuera los matices que a veces son tanto o más interesantes que las cosas propiamente malas o buenas que me han sucedido. Puesto en situación, el vals de los cuerpos cortados es la luz, el cuerpo no reposado en el iris del ojo y es, además, la isla. A veces ellos no se enteran, pero se me pasan las horas cortando los cuerpos con la luz.

¿Qué es un Premio de la Ciudad para un poeta holguinero?
Yo no sé si para un periodista, un artista plástico, un actor, un arquitecto o un realizador de radio o televisión tendrá el mismo significado el Premio de la Ciudad que para un poeta. Más si eres nacido en estos lares. Es como si se te abriera una puerta, la de ese Parnaso holguinero, con sus poemas memorables. Creo que se tiene como un sentimiento de pertenencia. No debe ser muy cómodo pasarse la vida de profeta en tierra ajena, aunque el certamen desde hace cuatro años tiene un carácter nacional. Así somos de chovinistas.

A diferencia de otras tendencias en uso, ¿por qué tu búsqueda obsesiva de la belleza?
Lamento que muchos escritores de mi “generación” le teman a esa palabra como el Diablo a la cruz. No sé porqué encuentran en este modo de decir el antítesis del arte o lo que creen ellos que es el arte. Me salva que desde Miguel Ángel Buonarrotti hasta Cosme Proenza el arte que ha perdurado es el que le dice algo a la gente a través de los cánones de belleza que se corresponden con cada época. Vivimos en un mundo gris donde a diario se habla de catástrofes y muertes. No hay que volver cada vez sobre el terreno minado. No es que evada mi tiempo. Vivo con los pies en la tierra, pero si me dieran a escoger optaría por la Belleza. Amo los Nocturnos de Chopin porque detrás de su serenidad hay tormentas.

¿Intertextualidad por moda?
Los personajes que recreo en mis versos son mis marionetas. Yo los uso. A veces, encuentro algún puntilloso tratando de desentrañar de qué agua bebí. Lo que sucede es que a veces me invento esos fantasmas para divertirme -no para evadirme- y otras son ellos quien me inventan a mi. La intertextualidad es una trampa. Y como toda trampa tanto el que la ignora como el que la tiende corren el mismo riesgo de caer en ellas si no se les maneja con cautela. Por otra parte, las modas son peligrosas. No sigo escuelas, no me importan los ismos. Escribo como me gusta, no para concursos, aunque esta sea una de las pocas posibilidades reales de tener acceso a una publicación.
En definitiva, creo que lo más importante es que a pesar de la hegemonía de Los Diez Poetas (reales) que existen en la historia de la Literatura Universal, a decir de Abilio Estévez, tú sientas que tu voz habla por tu boca. No hay que preocuparse demasiado por la posteridad.

Dos premios nacionales en un mes. ¿Crees en la suerte?
Sí. Esa señora es como la hoja de yagruma. Y el que concursa obligatoriamente conoce sus dos caras. Yo no he sido la excepción.

Múltiples voces te acompañan. ¿Cuáles?
Los queridos fantasmas de los que ya te hablaba. Pero los más cercanos son, sin dudas, Gastón Baquero, Virgilio Piñera, Eliseo Diego, Luis Cernuda, Konstantinos Kavafis...Y uno que anda por la periferia de estos valles procurándose el aire entre los ocujes.

Tu poemario El traidor a las palomas es uno de los cuatro libros más vendidos de Ediciones Holguín en 2002. ¿Qué significa para un autor joven?
Hace unos días los medios de prensa internacionales comentaban sobre las ventas millonarias de los Poemas de Amor de Antonio Gala. Eso es lo que yo llamo realmente éxito comercial. Pero bueno, si tienes en cuenta que la tirada de Ediciones Comunidad, que es el sello editorial que publicó acá el cuaderno al que te refieres, es de apenas unos 300 ejemplares y que otros autores en igualdad de condiciones de promoción no hayan logrado que sus cuadernos se agotaran de las librerías en apenas unos pocos meses es, sin dudas es indicador de algo, pero habría que entrar en consideraciones más económicas que poéticas y a mí sobre todas las cosas me interesa la Poesía.

¿Químico o poeta?
Poesía y Ciencia tienen que aliarse en el magno esfuerzo por acudir la una cuando la otra necesite auxilio. De modo que si la Ciencia se fatiga, le prenda la Poesía sus alas invisibles; y si a la Poesía se le derriten las alas, sea la Ciencia quien se la eche al hombro y siga andando... Son palabras de Dulce María Loynaz, otro de mis fantasmas perdurables y, quizás, el más peligroso.

¿Para ti, literatura es talento u oficio?
El poema es como una caja de música. Los mecanismos que la hacen funcionar deben permanecer impecables. Pero la música que canta al oído viene de más adentro. Es verso se construye, pero la poesía es otra cosa.





Los cantos de mi lira
Por: Jennifer Piñero Roig




“Desde que el hombre lanzó la primera palabra de amor hacia el caracol de otro oído, ha tratado de encontrar la palabra de amor perfecta”, así escribía la poetisa cubana Teresa Melo al prologar una antología de poemas de amor para la Editorial Oriente, hace algunos años. Pero esa misma frase podría enarbolarla Luis Yuseff, otro poeta cubano, holguinero de nacimiento, porque sus versos traslucen esa ansiedad por expresar lo que el humano tiene dentro, aunque aún no exista y no se haya inventado la palabra que traduzca el sentimiento.
“Somos amantes, y los intrusos siempre asustan./ Pasado el miedo desordeno tus sábanas./ Te llevo a mi regazo./ Rescato el ‘te amo’ que ibas a decirme hace/ un momento cuando el susto lo retuvo en la/ garganta, hecho un nudo de hojas secas”, así cantan los versos de uno de los poemas de Yuseff, del volumen Yo me llamaba Antonio Broccardo. El poeta holguinero muestra una trayectoria cada vez más afianzada dentro de la lírica, a pesar de la juventud de sus treinta años. Luis Yuseff ha recibido múltiples distinciones nacionales y territoriales entre las que figuran, por ejemplo, el Premio de la Ciudad de Holguín y el “Alcorta” de poesía en el año 2003 y el “Pinos Nuevos” del 2004, también en la misma categoría. Además del mencionado anteriormente, ha publicado otros libros como Los navíos de Pavel Horov, El traidor a las palomas, Golpear las ventanas y Vals de los cuerpos cortados.

Manuel García Verdecia, en el prólogo al poemario Yo me llamaba Antonio Broccardo, se refiere a usted como “un poeta con un mundo personal que comunica mediante una voluntad estilística cuidadosa e informada”. ¿Cómo se ve a sí mismo?
Hablar sobre uno mismo implica adoptar la posición del ojo que mira desde afuera. Además, cuando se asume el asunto, suele caminarse por un terreno plagado de poses y lugares comunes que pretenden provocar estados de opinión más o menos favorables sobre nosotros, más que sobre la obra. Es molesto. Al menos en mi caso. Me admiro cada vez que escucho -o leo- a los críticos emitiendo opiniones con un discurso tan preciso sobre la obra ajena. Y a veces sobre la propia.
Sin embargo, pienso que si algo he logrado con mis versos es dejar un mensaje diáfano, bien informado –porque no escribo de lo que no sé– y también cuidadoso –pues no admito la publicación de un solo verso sin considerarlo terminado. Mi tortura es hacer y rehacer. Soy mi propio devorador. Lo publicado no es más que el resultado de muchas horas de autolectura, reescritura, apego y desapego. Después que publico un libro no quiero leerlo nunca más.
Hasta ahora ha publicado textos poéticos, sin embargo, actualmente cursa el taller de técnicas narrativas del Centro de formación literaria Onelio Jorge Cardoso, ¿se anticipa un giro en su manera de expresión? ¿Siente de alguna forma que la poesía no alcanza para decirlo todo?
En esa materia sí que soy reciente, de ayer mismo, como diría Eliseo Diego. Cuando hace años visité la casa del escritor Eduardo Heras León e Ivonne Galeano, gestores del Cardoso, aún no me acercaba a la narrativa. Él me preguntó si yo “escribía cuentos”. Ante mi negativa, levantada como bandera de triunfo a favor de la Poesía, me dijo con sentido del humor: “ya la traicionarás”. Dos años después estaba escribiendo mis primeros cuentos. Como soy ordenado en los proyectos literarios –aunque luego los abandone– me surgió la idea de un cuaderno, ¿Qué horas son, mi corazón?, que aunque algo adelantado, aún le falta camino por recorrer. No me apuro.
Tampoco ha habido traición a la Poesía. En todo caso, es una dulce traición que me da la posibilidad de traer nuevas luces a esa “manera de expresión”, sin que esto último resienta mi oficio de poeta o lo desplace completamente a un segundo plano. Hay temas que exigen un formato narrativo y otros el verso, pero puedo ficcionar, cómodamente, en cualquiera de los géneros que escoja. Aunque, para mí, la Poesía es, más que nada, una manera de sacar lo que ya hay; mientras la narrativa me da la posibilidad de divertirme, cosa que casi nunca me ocurre con el verso.
Todavía no sé qué va a ocurrir conmigo como “narrador”, sería demasiado arriesgado aventurarme a hacer conjeturas de cualquier tipo cuando ni siquiera sé cuál será mi destino como “Poeta”.

Uno de los temas más recurrentes dentro de la literatura cubana es el fenómeno de la insularidad. En Vals de los cuerpos cortados muchos versos aluden a la isla, ¿qué significa la isla dentro de su obra? ¿Es como un peso, o más bien una presencia intangible y por tanto liviana?
La isla, o la Isla, significa para mí lo que para muchos. No creo que la sufra más o menos que otros, a no ser por el ojo del creador que es el que se impone cuando escribo sobre “el tema”. Sufro y me río de cada una de las cosas que veo a diario y esto pudiera sucederme en cualquier parte del planeta. Lo que sucede es que para los cubanos la insularidad adquirió otra connotación de los ´90 hacia acá. Hemos sido marcados por el éxodo. El año 1994 fue un detonante en la poesía. A partir de entonces la isla comenzó a pesar distinto. De pronto –y es comprensible porque muchos vimos partir a familiares y amigos a la suerte de los mares– se incorporó al discurso poético todo el dolor que supone la separación, la pérdida, el desarraigo, sin censurar las motivaciones que impulsaron a tantos a esa aventura suicida. Para mí es lo más conmovedor de la literatura que generó, y que está generando toda esa circunstancia dolorosa, lejos de cualquier posición política oportunista.
Por otra parte, no me olvido de los que estuvieron antes de mí. Pienso en Gertrudis Gómez de Avellaneda, con ese soneto memorable, Al partir. Pienso en el poema sin nombre de Dulce María Loynaz, Isla mía, que bella eres y que dulce... y Oda a la joven luz, de Eliseo Diego. Cómo olvidar Noche insular, jardines invisibles, de José Lezama Lima y La isla en peso, de Virgilio Piñera, el poema que mejor resume la nacionalidad cubana, sus olores, el color de su gente, sus perversiones y el encantamiento que provoca.
En Vals de los cuerpos cortados, mi segundo poemario, más allá del trasfondo hedonista que supone el título, trato de trascender el erotismo para involucrarme en la temática de la insularidad, vista desde la familia, los amigos, el amor. Escribo de la isla desde mis posiciones, y no siempre son las del observador cómodo, complaciente, conciliador.

La discusión acerca de las diferencias entre la capital y el interior del país, en cuanto a las posibilidades de publicación y reconocimiento, es ya verso antiguo, ¿cómo asume ser un intelectual de provincia?
No se es “intelectual de provincia”. Si fuera así habría de generarse toda una denominación para incluir a los intelectuales de municipio, barriadas y demás... El intelecto trasciende las fronteras geográficas. Tampoco creo que determine demasiado el lugar donde vives para acceder a una publicación en las editoriales de alcance nacional. Es un tema trillado, pero no deja de ser espinoso y polémico. No me interesa plantear un discurso resentido con ribetes de escándalo que pudiera ponerte a pensar que estoy necesitando una entrevista por la T.V, una página cultural a mi nombre o una publicación en Letras Cubanas.
Mis problemas (y los de muchos otros) con los concursos y las publicaciones, no tienen que ver con la lejanía que existe entre la provincia y la capital, sino con el modo de asumir la literatura, aunque esto todavía no impida que se pueda distinguir una gran variedad de voces en el panorama de los publicados.
Hace unos días, en la Feria Internacional del Libro, alguien me comentaba que la lírica “había pasado de moda”. Me salva que no escribo motivado por intereses bastardos, de lo contrario andaría haciendo “pininos” para estar a la altura de los tiempos que corren. Por suerte, y no temo parecer cursi, todavía aparecen jurados justos, capaces de apartar la rosa del abrojo o diferenciar la ventolera de la modernidad, de la brisa cálida que impulsa la verdadera literatura, sin importar desde donde se escriba, si en París, Viena, Madrid o New York, verdaderos emporios de la publicidad, todos tan lejos de La Habana.

Holguín es una tierra reconocida por ser suelo fértil para autores de poesía. ¿Qué aporta a la larga tradición de poetas holguineros? ¿Cuál es el principal valor que señalaría a su poesía?
Eso de que Holguín es suelo fértil para poetas, es, como muchos otros, un invento holguinero, como el Burro de Mayabe o nuestras leyendas de jigües y fantasmas en La Periquera. En todo caso, es un lugar común que se disfruta. Si tienes la autoestima baja, y dices en cualquier otra provincia del país que vienes de las tierras de García Holguín, dan por sentada tu calidad poética. Y eso es mentira. Uno no puede escudarse con la obra ajena. Al autor de un verso tan memorable como “hay un lugar llamado humanidad...” no le haría mucha gracia que juzguen el todo por la parte. Los que hoy son considerados escritores en Holguín, se ganaron un nombre con una obra sólida, auténtica. Los más jóvenes estamos en la obligación de hacer lo mismo. Por otra parte, si algo aporto o aportaré a ese coro polifónico, no es asunto que se pueda juzgar ahora. Creo que algo me distingue, pero si me consagra o no ese algo, que se puede llamar estilo, serán otros quienes se encarguen de verificarlo.

En Vals de los cuerpos cortados, decía: “Sólo trato de escribir unas pocas líneas./ Dos o tres palabras. Versos para hacer música a los oídos/ de las personas que se invitan a la casa./ Palabras que si algún poder tienen no será el de libertarme.” ¿Qué sortilegios aprisionan al poeta que hay en su interior?
Son muchas las magias que me liberan y otros tantos los sortilegios que me aprisionan. Por eso, en una parte importante de mi Poesía, aflora un mundo de referencias que antes hago pasar por finos tamices, una especie de resina selectiva que escoge o rechaza lo que luego pasará o no a formar parte de mi ámbito de lecturas asimiladas, poetizables. De todas formas, esos versos que citas, pertenecen a un poema titulado “Flores de hierro en el pecho de un hombre”. Este título parodia un verso de Luis Cernuda, pero nada tiene que ver mi poema con la poética del español. Lo escribí después de una visita a un taller literario en la Prisión Provincial de Holguín, esa fue la fuerza motriz; el resultado es el conjunto de muchas vivencias que van anunciándose hasta terminar insertadas armónicamente al conjunto. Lo mismo me sucedió con “Canción napolitana”, un poema al éxodo, a mis amigos que se van del país, luego regresan y nos encontramos distintos. Como en la canción de Atahualpa Yupanqui, “cada cual cree que no cambia y que cambian los demás”. Es el riesgo que se corre. O el poema “Esquema de la impura rosa”, que es un divertimento dedicado a Gastón Baquero, escrito después de la muerte del poeta en Madrid. Lo que sí puedo asegurar es que antes debo ser visitado por algún oscuro sortilegio y no siempre soy elegido. Será por eso que demoro tanto en escribir. No me inquieto, sé que de pronto surge un impulso indetenible que me lleva al papel, imágenes que se agolpan, sentimientos que me torturan o ideas que, conscientemente, pueden llevarme a un buen poema. Siempre que escribo garantizo el presupuesto, de lo contrario no hay que aventurarse a emborronar la pavorosa hoja en blanco.

Sus poemas tienen por eje central el amor pero, por momentos, rezuma de su obra cierta ironía agónica, como una tristeza que decolora todo alrededor. ¿Qué pudiera motivar la desesperanza que a veces salta de sus páginas?
Acepto que mi poesía tiene por eje central el amor, no me quedan dudas, es el más universal de los sentimientos. Cualquier cosa que se haga, no es sino un modo de retomarlo. Está muy equivocado el que piensa que puede pasar por alto los grandes temas de la literatura de todos los tiempos, la Muerte y el Amor. Y si doy por cierta tu afirmación, entonces se deduce que el pedido incluye tristeza, agonía, dolor, desesperanza. Los poetas no vivimos en una torre de marfil, así que, aparte de los problemas que nos agenciamos por voluntad propia, están los que se nos echan encima sin previo aviso, las carencias de todo tipo, incluidas las materiales, el desamor, el ultraje, la manipulación, en fin, todo eso conforma la vida.

Siempre vemos hermoso al objeto amado. Uno de los versos de "Kodak Paper I", poema de Vals de los cuerpos cortados, reza: “Uno termina pareciéndose a lo que ama”; en otro de sus libros, Yo me llamaba Antonio Broccardo, un fragmento indica: “Por eso te digo Girolamo, mi bello Girolamo, cuídate de esas miradas. La belleza mata.”¿Cómo resuelve la contradicción implícita? ¿El amor se condena por matar?
Decía Marguerite Yourcenar que no hay verdadera voluptuosidad sin fascinación de la belleza. Lógicamente, la cita se refiere a la belleza que podemos ver, palpar. Podría enmendársele la plana a la gran escritora, pues es polémica la máxima, pero me confieso partidario de lo que defiende. De ahí que la asuma como propia y se pueda, después de una lectura inteligente, percatarse de que ese segundo fragmento citado de mi poema, es como la continuación involuntaria de las palabras de la Yourcenar. La Belleza es, en mi poesía, una búsqueda que no cesa, por ese motivo me resulta tortuosa. Ya he explicado que mi creación es el resultado de muchas autolecturas, reescrituras, apegos y desapegos. Eso no excluye la búsqueda de la belleza formal, exterior, del texto sobre el papel, pero también la belleza de la imagen que queda atrapada entre las palabras que la hacen orgánica, vital. Es un propósito deliberado. He llegado a algunas conclusiones que me hacen defender la idea de que a los lectores no hay por qué recordarles todo el tiempo el horror. Y si lo haces, entonces manipúlalo. Intérnalo engañado en la bruma. Hazle creer que estás dejándolo entrar al paraíso, cuando son los círculos del infierno los que le reciben.
También es cierto que uno termina pareciéndose a lo que ama, pero esas no son palabras mías, lo dijo la Loynaz en algún momento. Me pareció una verdad tan rotunda que no pude prescindir de la idea de incluirlo en ese poema. Esa imitación al ser amado, aparte de las zonas de deslumbramiento, también incluye las bajas pasiones del otro, lo retorcido que pueda ser y que, casi siempre, termina haciéndole daño al que ama. Tal vez me explique mejor si te confieso que amo cada uno de esos rostros, de esos cuerpos por los que vale la pena salir a matar. Cada vez que pasan a mi lado, no pienso en la salvación de mi alma, sino en el fuego en el que voy a arder por la eternidad.

¿Cómo caracterizaría al lector ideal de su obra?
Es el que me usa sólo como intermediario. Reescribe lo que lee. Lee lo que reescribe. Y si la oportunidad es concedida, un día se te acerca y dice: “Eso pude haberlo escrito yo...” Pero está consciente de que no lo hizo. Es un ser pacífico, no pacifista. Te reta todo el tiempo, pero las armas las escoges tú como escritor. Piensa que te ha ganado la batalla, pero casi siempre queda rendido a tus pies y acepta, finalmente, su condición desventajosa, sin peores consecuencias. Te aprueba o desaprueba, pero te admira.

De no haber sido Luis Yuseff, nacido en 1975, poeta y cubano, ¿quién o qué le hubiera gustado ser?
A esta misma pregunta contesté, en una ocasión, que de no haber sido el perfecto alucinado que soy me hubiera gustado estar más cerca de la tierra. Sería un jardinero mirón que escucha todo el tiempo. Cultivaría la rosa, y Violeta Parra cantaría para mí eternamente: Gracias a la vida... A esto quisiera añadirle, que cualquier propuesta del Más Allá, en materia de reencarnación, ajena a estas intenciones puramente literarias serían bien recibidas. Como el poema de Kavafis, pienso que cada vida es una ventana que se abre. Y esas ventanas “quién sabe que nuevas cosas me mostrarían”.







Buscar la belleza es mi credo a seguir
Por: Jennifer Piñero Roig



posas a las puertas
del infierno
junto a un reloj que
a cada hora en punto anuncia
nunca saldrás
de aquí nunca
saldrás de
aquí…





Frágil, como el cisne salvaje de Nogueras, Luis Yuseff no ignora. Todo lo contrario, dirige su mirada atenta hacia todas direcciones; observa, silencioso, los edificios derrumbados, las calles transitadas por humanos, animales y máquinas; el rostro de los ancianos en busca de respuestas a la constante incertidumbre de estar vivo. Luis Yuseff saca de sí sus angustias alegrías a través de la forma sinuosa de los versos.
Con solo treinta años, ha obtenido varios premios nacionales y provinciales como el Pinos Nuevos 2004, el Alcorta 2003 y el Premio de la Ciudad de Holguín 2003. Entre sus libros publicados se cuentan Los navíos de Pável Horov (Editorial Cuadernos Papiro, 1999), Esquema de la impura rosa (Ediciones Vigía, 2004), Yo me llamaba Antonio Broccardo (Ediciones Almargen, 2004) y Golpear las ventanas (Letras Cubanas, 2004).

Hace diez años, era un joven recién graduado de Química Pura. Hoy, el nombre de Luis Yuseff va unido al epíteto de poeta y comienza a reconocerse en todo el país. ¿Cambió algo para usted?
Desde hace una década me gradué de Química en la Universidad de Oriente y todavía la ejerzo, nunca me he apartado del mundo fascinante de las ciencias. Al respecto, siempre recuerdo a Dulce María Loynaz y a José Martí. Él dijo que no había encontrado mayor poesía que en los libros de ciencias y la Loynaz, en Un verano en Tenerife, escribió que la poesía y la ciencia tienen que aliarse en un magno esfuerzo por acudir la una cuando a la otra le haga falta.
Algo semejante ocurre conmigo. He llevado ambas cosas, la poesía y la ciencia, de una manera, quizás, pacífica. Ninguna le roba tiempo a la otra. Como químico, además de trabajar en el laboratorio de un hospital en Holguín, imparto docencia. Como poeta, trato de publicar mis versos.
Claro, el hecho de haber visto publicados libros míos en varias editoriales del país, Cauce, de Pinar del Río, Letras Cubanas, Ediciones Holguín, supone un compromiso estético. Como exige mucho, es natural que cambie el destino. No es igual la creación solitaria para unos pocos lectores, por lo general amigos benévolos, de quienes se reciben críticas muy complacientes, que publicar la obra. A partir de ese momento se asume una responsabilidad mayor, el libro se va a otras manos muy disímiles, las de un público crítico que valorará la obra.
En dependencia de esa valoración, la obra pasará a formar parte de la memoria de la literatura cubana de estos tiempos o no. Tiempos relativamente abundantes en publicaciones de todo tipo.

En el contexto de la XV Feria Internacional del Libro de La Habana (FILH), ha recibido uno de los premios Calendario de Poesía. ¿Qué le incentivó a participar?
Es un deseo de todo poeta joven tenerlo entre sus lauros. Ante una vista panorámica de los premiados por el Calendario durante los últimos diez años, se nota que son los nombres de quienes hoy definen la historia literaria del país. Esto, sin menospreciar a otras figuras consagradas. Pero me refiero a esa vanguardia que avanza desde la década del 80 y casi siempre vincula su nombre al Premio Calendario.

¿Tiene alguna significación especial?
Cuando la Asociación Hermanos Saíz (AHS) creó el concurso y se vieron las primeras ediciones de la colección en Holguín, alguien me sugirió participar. Sin embargo, yo me sentía muy “verde” aún.
Solo hace dos años vengo enviando. En esta ocasión he podido ganar. Al ser tan codiciado por los autores jóvenes, la calidad es alta, lo cual conlleva un elevado nivel competitivo.
He tenido la suerte de que este libro, Salón de última espera, escrito el año pasado, haya resultado ganador. Fue una sorpresa muy grata.

El Calendario se suma a una lista de premios ya acumulados por usted: el Alcorta, el Pinos Nuevos, el Premio de la Ciudad de Holguín, ¿es Luis Yuseff un cazador de premios?
Lo curioso de cazar premios es que, al final, uno se convierte en el cazado. Un premio implica casi siempre una publicación, algo procurado por todo escritor porque de lo contrario no tendría ningún sentido serlo. Escribir sin destinatarios es como “escribirle cartas al silencio”. Por pura vanidad esperamos que nuestra creación se lea. Quizás no sea vanidad, sino querer enviar a la luz lo hecho en el espacio privado. Obtener un premio es una manera inequívoca de publicar un libro decorosamente.
Sin embargo, aunque no alcanzan aún, hay otras alternativas de publicación. Ser ganador de un certamen no es la única vía. Quizás la calidad estética sea un móvil para enviar los libros a los concursos, porque es superior de esa forma. Cazar premios tiene esa ventaja: el libro publicado suele ser hermoso.
Además, resulta una manera de probarse. Vivimos en una isla donde, a pesar de haber tantas convocatorias, son muchos más los poetas y aunque la victoria dependa de juicios subjetivos, ganar es alentador.
Pero tampoco lo tomo como una búsqueda descarnada. Lo importante realmente es ser leído. Aunque también se desee que el libro sea un objeto bello. Es también un bien comerciable que la gente consume y lleva a sus casas, donde todo el mundo quiere tener algo bello.

¿Qué relaciona a Luis Yuseff con la belleza?
Siempre que me hacen una pregunta así, cito a Hipólito Taine, un filósofo francés mencionado varias veces por Gastón Baquero. Según él, era bello lo feo, pero más bello era lo bello.
Este es de alguna forma mi credo a seguir: buscar la belleza. Aunque también he dicho que el tratar de buscar la belleza no significa que viva exactamente en la belleza. Eso es muy difícil, soy un escritor de estos tiempos y tengo las mismas inquietudes y los mismos desgarramientos que todos. No vivo en una torre de marfil. Pero sucede que en la historia de la Literatura y el Arte, aquello que ha trascendido realmente ha sido lo asociado a los cánones de belleza de cada época. Desde Miguel Ángel Buonarroti, Da Vinci, hasta más Cosme Proenza, con una poética plástica preciosista y conmovedora, en la cual no prima la belleza fácil del ojo, esa que se refleja en el iris y el cerebro se encarga de asimilarla pasivamente. Es la belleza que enseña un falso camino al hacer sentir como a las puertas del paraíso cuando muestra un infierno. Tal es mi intención al defender la tesis de que el Arte debe ser bello y no por ello banal.
Tampoco se trata de una estética determinada. Al final, la importancia está en lo dicho.

Recientemente, en una entrevista, afirmó que en narrativa sus brazadas eran de náufrago. Sin embargo, hace poco se alzó con el Vértice, de cuentos cortos y el Celestino, también de cuento. ¿Puede significar esto que comienza a bracear mejor?
Lo curioso de esa declaración es que fue hecha con posterioridad a esos premios. Por lo tanto, mantengo esa opinión. Sigo sintiendo mis brazadas de náufrago, aunque la frase es literaria.
Sucede que comencé en el mundo de la literatura escribiendo versos, por eso me siento más cómodo con ellos. No soy un escritor que necesite grandes espacios para expresarme, como lo precisa la novela, por ejemplo. Pienso que, quizás, alguna vez, pueda acercarme a esas difíciles costas de la novela, pero no sé cuán cansado pueda llegar.
A eso me refiero al hablar de mis brazadas de náufrago. Por ahora, mis cuentos, parte de un libro inédito, duermen un dulce sueño del cual no sé cuándo finalmente despertarán. De hecho, no los he publicado nunca. Participé en estos certámenes, pero el cuaderno se mantiene inédito y no siento la seguridad de entregarlo a la editorial e irme a casa con la misma paz que cuando entrego uno de poesía.

En esa misma entrevista, declaraba que “escribir es una maldición inclaudicable”. Entonces, ¿por qué escribe Luis Yuseff?

Es una maldición, pero una maldición bendita. Aunque esta también es una expresión muy literaria. A veces uno se esmera por impresionar al periodista y por eso dice frases que parecen lapidarias y después tienen varias lecturas.
No es algo dicho por primera vez esto de que al escribir y tomárselo en serio, al escritor le es difícil renunciar. Es una fuente en constante producción, liberando una energía, un plasma, para alcanzar un fin. El acto de la creación implica todo el trayecto, desde el origen de la idea hasta la redacción en el papel.
La escritura es como el envase de esa energía, y una vez abierto el canal, ya no se puede cerrar. No se encuentra cómo detener esa reacción en cadena. Quizás duerma, esté soterrada, pero en un momento comienza otra vez. Es como el despertar de un gran animal dentro de nosotros. Un animal de creación. Y lo que digo no es un arrebato poético o una simple metáfora, es algo que alimentamos constantemente y al mismo tiempo se alimenta de nosotros.
Hay muchos escritores que dicen necesitar divertirse para escribir. A mí no me pasa exactamente lo mismo. Siento un gozo diferente. Al escribir percibo el gozo de saber que voy a llegar al final, pero mientras el momento de empezar a escribir llega, es tortuoso. Son fuerzas iguales en sentidos contrarios y quien está en el medio soy yo. Me despedazan, me fragmentan, pero no me puedo negar. Por eso es una maldición.

La muerte, el amor, la isla y la emigración son temas recurrentes dentro de su obra. ¿Por qué esos y no otros?
La Isla y la Emigración confluyen, para mí, en uno. La muerte y el amor son temas universales desde el inicio de los tiempos. Desde la misma Biblia se habla de ellos. La epopeya del Gilgamesh, escrita en tablillas de barro hace miles de años, los aborda también.
Entonces no hago nada nuevo. Solo acudo a lo que me hace, me conforma, me delimita y de algún modo trato de ser coherente con eso porque, entre otras cosas, no debemos hablar de lo que no sabemos. Si de lo que mejor sé hablar es del amor, de la muerte y de la isla, por qué entonces hablar de algo ajeno.
Sin embargo, para mí es muy importante la isla. En Cuba, en los años 90, ocurrió un fenómeno social, político, que marcó todas las artes, desde la plástica hasta la literatura, pasando por la documentalística y el cine: el asunto de los balseros. Al ser una criatura de isla y vivir en mi país, porque quiero vivir en él, lo he asumido, está también en mi poesía. Quiero que aparezca naturalmente. Si no lo he logrado, al menos lo he intentado. Defiendo posiciones no extremistas, no cómodas, aunque eso conduzca al riesgo de la hoguera. Pero los poetas, de algún modo, también estamos llamados a dejar constancia de la época que vivimos.
Al final, es una parte de nuestra historia vivida y no podemos adivinar si dentro de un siglo alguien recordará lo sucedido en Cuba en 1994, o si recordarán acontecimientos del año 2006 y quién sabe si en treinta años ya nadie recuerde quién fue Luis Yuseff.




Cartas al silencio
Por: Martha María Montejo





En el mapa personal de tu poesía, ¿qué lugar ocupa Salón de última espera?
Virgilio Piñera dijo que su poesía era circunstancial, y eso lo veía como algo que le hubiera gustado superar. La circunstancialidad en la poesía le va, a mi manera de pensar, ímplicita. Eso llevaría unas cuantas líneas para explicarlo, pero no quiero convencer a nadie, ni siquiera al mismísimo V.P que ya no está en el mundo de los vivos para enristrar sus armas contra mi. De una circunstancia surge el título y una gran parte de Salón de última espera. Fue en un aeropuerto nacional. Allí presencié escenas que me resultaron conmovedoras, otras repulsivas, y algunas indiferentes. Lo cierto es que de inmediato supe que aquello me conduciría a la escritura, un proceso que en mí es tortuoso y espaciado, pero una vez que se desencadena, también es intenso, atropellado. Este cuaderno no es la excepción, por eso se inserta en ese “mapa poético personal” coherentemente, pues continuo manejando códigos estéticos que ya me eran afines desde mi primer libro.
Salón de última espera, me ha permitido retomar, pero también adentrarme en otros espacios del alma humana. Espacios que no son excluyentes, por cierto.

Este ha sido un año pródigo en premios, ¿qué ha significado para tí?
En lo personal, este ha sido un año muy difícil, de grandes pérdidas familiares; sin embargo, he tenido la retribución espiritual que aportan los premios. De alguna manera han amortiguado esa terrible sensación que es la de ver morir a los tuyos. No es que esté signado trágicamente con lo invisible, pero si ese fuera el precio para ser agasajado, prefiero quedarme en casa, escuchando mi música, acompañado de los que amo, una conversación inteligente y alguna que otra lectura que me haga morir de envidia.

Dentro de todos los reinos que habita la Poesía, ¿en cuál vives tú?
Siempre he dicho que el Arte debe ser bello, pero no frívolo; la literatura – y menos la Poesía- pueden quedar excluídas. Fue Hipólito Taine, quien dijo: “Admito que sea bello lo feo, pero es más bello lo bello”. Y tenía razón el filósofo francés, pero, que mi poesía trate de hacerse espacio en ese reino no quiere decir, necesariamente, que yo viva en la Belleza.

Varios libros publicados, premios y lecturas te permiten hacer, al menos a mano alzada, un dibujo de la poesía holguinera. ¿Cómo lo harías?
Cuando recibí en el 2003 el Premio de la Ciudad, le comenté a algunos amigos que me sentía como si se me hubieran abierto las puertas del Parnaso holguinero, con sus íntrigas, pero también con sus poemas memorables, distintivos. Pero no arriesgo hogueras en el intento de hacer clasificaciones literarias. Prefiero que las diferencias surjan sobre la mesa; para eso están las editoriales, que se encargan de publicar sin tomar en cuenta filias o modas. Y este no es un fenómeno exclusivo de nuestra provincia, cuyo sello editorial cumplirá próximamente 20 años, sino que ocurre a todo lo largo del país. Por otra parte, para completar ese “dibujo de la poesía holguinera”, no somos los escritores criaturas demasiado gremiales, pero tampoco la diáspora; existen espacios –y no pocos- en la ciudad, dedicados a la literatura, y no sólo a la Poesía, sino, además, a la Historia, la Música, el Teatro. En esas peñas concurrimos los escritores, intercambiamos ideas, lecturas, sin necesidad de permanecer al acecho de una víctima despistada que esté dispuesta a escucharte, en un portal o bajo la farola de un parque, cada vez que escribes algo que te parece, por pura vanidad, genial.

¿Hasta dónde eres poeta, hasta dónde narrador? ¿Hay comunicación entre estos mundos?
Sí, están comunicados; cualquiera que sea el camino que tomes, el destino es el mismo: la literatura. Pero no hacen falta cartas credenciales que lucirían como títulos nobiliarios. Para ser aceptado como una cosa o la otra, sólo se trata de que tengas qué decir y, por encima de eso, que lo hagas bien.

¿Qué escribes en estos momentos?
Hay algunos libros comenzados, cuento y poesía, que espero concluir en el próximo año. Mientras tanto, como Juan Gelman, “sigo escribiéndole cartas al silencio”.

(Tomado de: http://www.cubaliteraria.cu/delacuba/ficha.php?s_Seccion=43&Id=2104






Una íntima necesidad



Por Kirenia Legón





Escribo, y lo voy a decir usando algo que escuché a una persona cuyas condiciones de vida no son las mejores: "para escapar del cuerpo", suponiendo que este viaje se haga de adentro hacia fuera; aunque todo acto de creación, si es sincero, lleva implícita una búsqueda interior que debe terminar con un hallazgo. Ese es el poema, cuando es el Poeta quien se adentra en la noche del alma.La persona que escribe o el que pinta, el que hace música, en fin, el que crea, lo hace porque tiene una íntima necesidad de decir algo. Lo cual no significa que a los demás les interese lo que tú tienes que decirles. Pero a pesar del que te lee, te observa o el que te escucha, terminas sobreponiéndote al destino de traer a la luz el mensaje que se te ha confiado. Es decir: llegó el momento en que tienes que sacar lo que llevas dentro, de la manera que sea. A mí me ha correspondido doblegar(me) (a) la palabra.. Ahora: ¿desde cuándo? No hace tanto, 5 ó 6 años quizás. Como dijo Eliseo Diego "soy reciente, de ayer mismo". Y añadiría Flor Loynaz: "Y aún de mí me fatigo todavía..."La Muerte, el Amor... Aunque para amar, y para morir (asumo la perogrullada) antes hay que estar vivos. Esos son los grandes temas de la Poesía , y en general de todas las Artes, desde siempre. Así que no hemos inventado nada. Otros estuvieron antes. Los que vinimos después, hemos encontrado en parte el camino hecho. Lo que nos compromete con la creación, está en convencer a los demás de cuán auténtico es lo que estás haciéndoles llegar, aunque en realidad sólo estás retomando.Es poco probable que logres evadir la realidad. Cualquiera que sean tus códigos como escritor --o como artista-- de algún modo quedará reflejada en lo que escribes, en lo que creas. Pero también puede ser a la inversa, porque aquí ya no puedes hablar solamente de un objeto (o un sujeto) que se mira en la superficie pulida y casta del otro: se ha creado una especie de trampa en el espacio que media entre las superficies reflejantes. Y ahí está lo creado. Yaciente o levantándose como una columna. Eso es lo que ve el consumidor potencial de lo que escribes. Y eso lo que se lleva a casa o deja en el stand empolvándose. No invito a que hagamos concesiones bastardas, pero el verso debe ser bello, despertar sensaciones, instintos en las personas, sin necesidad de acudir a una torre de marfil. Son demasiado reales los vientos que nos azotan, pero también propiciatorios. Se hace poesía de los alisios, pero también de los ciclones. Lo que no hay que olvidar es que se está haciendo literatura. El oficio le da forma a lo que aporta la inspiración. Lo otro --citando a Dulce María-- son versos sin rigor de talla, cuajados solo para darle caminos a la pena . El poema, y esto lo he dicho otras veces, es como una caja de música. Los mecanismos que la hacen funcionar deben permanecer impecables. Pero la música que canta al oído viene de más adentro. El verso se construye, pero la poesía es otra cosa.Todos tenemos fantasmas. Me acompañan a todas partes. No los puedo negar, porque sería un acto criminal decir que se vive sin ellos. Ya te comenté que a la hora de hacer poesía pasamos a través de tamices que pusieron otros, si se quiere taumatúrgicos, más cercanos al alquimista, que al hombre de ciencia; lo cual no contradice aquello de que "el león está hecho de carnero asimilado". Eso lo dijo Da Vinci, quien a su vez citaba a alguien que no recuerdo y que de seguro también tuvo sus fantasmas. Por lo pronto evoco a los míos, los convoco, los aireo constantemente. A mi diestra están los que releo: Virgilio Piñera, Lezama, Lorca, Vallejo, Rimbaud, Gabriela Mistral, Casal, Neruda, Shakespeare. Del otro lado quedan los "metabolizados", los entrañables, los que más se quieren: Dulce María Loynaz, Gastón Baquero, Eliseo Diego, Constantino Kavafis, Luis Cernuda. Y me va quedando libre el ojo del huracán, pero ese lo reservo a los que prefiero que descansen en paz. Prefiero al lector que me usa sólo como intermediario. Reescribe lo que lee. Lee lo que reescribe. Y si se te concede la oportunidad, un día se te acerca y dice: "Eso pude haberlo escrito yo..." Pero está consciente de que no lo hizo. Es un ser pacífico. No pacifista. Te reta todo el tiempo, sólo que las armas las escoges tú como escritor. Piensa que te ha ganado la batalla, pero casi siempre queda rendido a tus pies y acepta, finalmente, su condición desventajosa, sin peores consecuencias.A Dios gracias "la literatura goza de buena salud", y no está en estado de coma. Sería terrible tener que empezar a pedir fármacos del extranjero para sanar nuestros libros. Hay una realidad, y esa aflora a primera vista. En Cuba se está escribiendo mucho, sobre todo poesía, y la asumen con responsabilidad tanto los jóvenes como los menos jóvenes. Existe un medio de cultivo que es rico para la creación. Pero no me preguntes qué es lo que va a quedar de todo este fervor, prefiero no arriesgar hogueras. Tampoco creo que haya que preocuparse demasiado por lo que vendrá. ¿Qué es la posteridad? ¿Cuántos años avalan la posteridad? ¿Quedar para quién...?¿Qué será de los libros que hoy se imprimen por millones en todo el mundo cuando hayan pasado veintesiglos más? Mejor vamos a dejar las cosas como están y seamos más humildes, porque al final todos seremos borrados por la ventolera arrasadora de la muerte. Aparte de lo que tengo en revistas, hay un primer libro, El traidor a las palomas. Es un cuaderno iniciático que quiero mucho. Me ha dado las mayores alegrías. Lo que vendrá después, creo, no va a superar eso, y no me refiero a calidad sino a intensidad por lo que de primer amor supone. Este volumen salió por Ediciones Holguín en el 2002, una tirada muy breve, pero fue uno de los más vendidos en la provincia. Un best seller local. Después vinieron Esquema de la impura rosa (Ed. Vigía) y Vals de los cuerpos cortados (Ed. Holguín), Premio de la Ciudad en el 2003. Espero que, si los buenos tiempos no cambian, para el próximo año aparezca por Ediciones Almargen Yo me llamaba Antonio Broccardo , y por Letras Cubanas Golpear las ventanas , Premio Pinos Nuevos 2004. Decir que tengo un poema preferido es una forma de evadirme. O evadirte, porque estaría desviando la atención de algo que forma parte de un conjunto. Ahora, si me preguntaras el poema que más quiero tal vez podría orientarte mejor, aunque siempre ese gusto va estar ligado a un sentimiento doloroso. Es la parte masoquista que me toca. De todas formas, estamos hablando de una materia conocida por unos pocos solamente. No te tomes muy en serio lo del best seller.He hecho lecturas en lugares disímiles, sobre todo referido al público. Esto me ha obligado a escoger con mucho cuidado los textos que leo cada vez, sólo por una cuestión de respeto al público, y hasta para sentirme yo mismo un poco aliviado. Enfrentar una sala con 15 personas me provoca el mismo estado de ansiedad que tener un auditorio de 80 lenguas, y 160 oídos. Me dan terror. El escritor no debe leer públicamente textos que el "distinguido" no pueda decodificar. No es cuestión de subestimar lo que tienes enfrente, sino de salvar la estancia. No todos los días aparece alguien dispuesto a salir de su casa para escuchar algo que no entiende. Entonces, como agradecimiento, no abuses de esa persona que se sobrepone a la intemperie, al solazo, o a la lluvia sólo para escucharte, aunque al final, y esto también puede suceder, se haya gastado el recital rescribiendo lo que dices. Sí, existe un acercamiento que --usando una palabrita tuya-- es muy saludable, entre los directivos de las instituciones y los creadores. Las relaciones personales que pudieran ser de protocolo, no lo son, tal vez porque me siento identificado con el movimiento artístico de vanguardia en la provincia. Lo otro que nos interesa como creadores, y en este caso como poetas, es ver publicadas nuestras obras. Me gustaría que nuestros libros salieran publicados, en su mayor parte, por ediciones de la A.H.S. En Holguín tenemos una editorial que sobrevivió a los duros años noventa; sin embargo, se puede decir que es insipiente. Ediciones La Luz está saliendo de la oscuridad y constantemente pedimos para ella, como decía Goethe, más luz... El acto de la creación tiene mucho de intuitivo. Lo demás es herramienta. Ya te hablé de esto cuando me referí al oficio y a la inspiración. Por tanto prefiero referirme ahora a lo íntimo que siempre ha sido en mí.Mis mayores anhelos a la hora de escribir son mi cuarto y la barrera musical de la que casi nunca puedo prescindir. Mi propio ruido me aísla del infiernillo que significa nacer y vivir en el Caribe. No soporto a nadie cerca mientras escribo. Sin embargo, cuando doy por terminada mi dedicación, prefiero una confrontación inmediata que me dé la medida de lo mucho o poco que he logrado comunicar. Si no me he ensimismado exageradamente en la experiencia motriz del poema. Si no me he encerrado en eso que es terrible, y que es escucharse solo a sí mismo. Lo mejor es acudir a los amigos, y no solo a los que hacen literatura, es bueno también ver del otro lado, a las personas que no escriben pero tienen un oído, una sensibilidad especial. A veces prefiero al lector crítico vinculado indirectamente a la creación. Entre ellos el hálito de la poesía se distingue mejor. Casi se puede palpar. Es lamentable que, entre poetas, de lo que menos se hable sea de poesía.Salvar... ¿Cómo el arca de Noé?... Pues trataría de incluir lo que siempre me ha sido cercano al espíritu. También le daría de comer al cuerpo. Aunque pensándolo mejor, este es un acto demasiado egoísta de mi parte, porque estaré dejando a otros lo que yo creí que era bueno para ellos. No es una acción democrática, aunque en un momento tan decisivo dudo que los hombres tengan tiempo de pensar en los demás. Tampoco creo que valga la pena la sobrevida cuando ya no estén aquellos con los que quise pasar el trance, dicho virgilianamente. Por tanto, mi corazón altruista deja su espacio para que en esa arca sea otro el salvado. No quiero la vida si no están los que amo.








El traidor a las palomas (Ediciones Holguín, 2002)


Esquema de la impura rosa (Ediciones Vigía, 2004)


La última de las rosas creadas por Luis Yuseff era tan bella que Gastón Baquero la llevó a pasear por Villalba, y la instauró allí como único remedio a la desesperación. Era perfecta la Rosa del maestro, tanto que un día el testigo mayor le besó cada uno de los pétalos y la sopló al espacio para que atravesara el Atlántico y se remojara en las aguas del San Juan, para que asomara por entre estas puertas azules y en un acto de bondad se nos mostrara como al descuido, para enseñarnos definitivamente lo que es la pura belleza.

Laura Ruiz (Poeta y Editora)
Sobre la impura rosa (Fragmento)
Presentación de
Esquema de la impura rosa
(Ed. Vigía, 2004)

Vals de los cuerpos cortados (Ediciones Holguín, 2004)


A los atisbos de una sensibilidad peculiar y un diapasón notable de referentes, reciclados para desnaturalizar el signo y recontextualizarlo, que ha devenido hecho de estilo, Yuseff suma ahora un matiz ontológico, más allá de lo inmediato visible.
Aunque el poemario Vals de los cuerpos cortados revela profundo trasfondo hedonista, el poeta trasciende el erotismo pangenérico y hurga en motivaciones sociales de relevancia universal, sin desprenderse del todo de su fino lirismo.
Vals… es un canto a la tolerancia, la familia, la búsqueda impenitente del amor y la amistad, pero también una mirada escrutadora al futuro, un intento por responder a las eternas preguntas del hombre, cosa que suelen hacer los poetas desde los tiempos de Pompeya sin perder
la novedad.

Rubén Rodríguez (Periodista y Escritor)
Vals de los cuerpos cortados
(Ediciones Holguín, 2004)

***

Vals de los cuerpos cortados, es la danza de un hombre que desmenuza a diario su propio cuerpo. Con cada mirada que lanza a su alrededor, cada mirada suya es una flor de hierro en el pecho de alguien, pétalo de amor y de esperanza, pétalo también de desamor, por supuesto... un libro lleno de paz y de violencia. Violencia bíblica de un Nuevo Salmo de Asaf, porque siempre hay un enemigo, él no quisiera, pero siempre hay un enemigo.
Quizás sea esta obra ganadora del Premio de la Ciudad un canto distinto de otros, una voz peculiar que resalta por su lirismo accesible y contagioso (...) Un poemario familiar y religioso para quienes viven bajo la tutela de dioses literarios como Cernuda, Wilde o Rilke… “En la isla lo que no ha salido del pincel de Miguel Ángel se debe al cincel de Cellini o al delirio de Moreau”, en la isla los demonios de la piel no dejan dormir, dice Yuseff, advertido por el mismísimo Apóstol, en mitad de un desfile de antorchas: “el genio embellece los monstruos que crea” . Porque la Patria, la Isla, su Cultura está latente en cada verso...”

Escrito en Certeneja de Guirabo
Ghabriel Pérez (Escritor)
Vals de los cuerpos cortados
(Ediciones Holguín, 2004)

Golpear las ventanas (Editorial Letras Cubanas, 2004)




Una lectura distinta del mundo, otra mirada sobre las relaciones humanas y amorosas, una marca distintiva que identificará desde ahora la labor poética de Luis Yuseff, son algunas de las virtudes que hallará el lector en estos textos de valía, cuya diversidad es quizás su rasgo mayor.
Por estas páginas cruzan momentos importantes de la praxis personal del aún joven autor, así como, simbolizadas, aptitudes y actitudes, acciones y pensamientos que tocarán a muchos, pues Luis Yuseff a partir de alegorías a textos de sus poetas preferidos (...) arma un escenario de honda sensibilidad y fino lirismo. Con ello nos entrega un cuaderno equilibrado, convincente, que el gustador de la genuina poesía apreciará por sus méritos.

Mayra Hernández Menéndez (Editora)
Golpear las ventanas (Ed. Letras Cubanas, 2004)
Palabras de contracubierta


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Desde el dramático título hasta el último de los poemas se mantiene una honestidad creativa que lo obliga a mirarse sin temores, a tocar de forma diversa y honda los más sensibles temas existenciales y mostrársenos desnudo y transparente con una altura lírica no muy abundante entre creadores de su edad, más ocupados en epatar que en crear una obra capaz de trascenderlos (…)
Sin macerar la tristeza por amores fugaces e imposibles, Luis Yuseff nos entrega un poemario limpio, genuino, que nos lo presenta como dueño de una voz que sabe comunicarse sin recurrir a ambigüedades.
Textos que entran sin violencia y se aposentan en el alma de los lectores con la fijeza y totalidad de la verdadera poesía.

René Valdés (Pinar del Río. 1945)
Poeta, escritor para niños y editor
Golpear las ventanas (Editorial Letras Cubanas, 2004)


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Este libro se me asemeja y quiero compararlo con un arpa, donde cada cuerda representa amores, desamores, anhelos, amigos prohibidos, lejanos, queridos, la familia y su memoria, cada uno provocando una música única y clara, una música capaz de encantar y ser nueva cada vez que nos acerquemos. Luis Yuseff no nos invita a golpear las ventanas, sino a que nos acerquemos con sutileza. Única opción posible para entrar en su mundo, donde el poeta se deleita escuchando las más bellas canciones, acompañado de sus fantasmas favoritos, aquellos que le permiten “darle alegría a su corazón”, para contarnos, cantarnos, su historia, su tiempo sobre la piel del amante que aunque no es “bíblicamente bueno”, es necesario y verdadero.
Celebremos esta entrega de Letras Cubanas con el convencimiento de que estamos en presencia de un libro escrito con los valores y conceptos más altos y puros de la poesía. Un poemario de cantos antiguos y nuevos, que se incorpora con luz propia en lo mejor y más coherente del coro lírico de la actual poesía cubana.

Kenia Leyva Hidalgo (Poeta)
Golpear las ventanas (Editorial Letras Cubanas, 2004)

Yo me llamaba Antonio Broccardo (Ediciones Almarge, 2004)



Luis Yuseff es un poeta con un mundo personal que comunica mediante una voluntad estilística cuidadosa e informada. Es ante todo un poeta del amor. La mayor parte de su poesía se concentra en la necesidad de apresar, poseer, glorificar el cuerpo amado. El sujeto lírico de sus poemas desea amar y ser amado, vivir en la correspondencia de afectos, ternura y belleza que genera el amor cabal, desinhibido y sincero (...)
Los poemas de este autor se leen con delectación. Ellos apelan a los sentimientos más fijos y universales. Y lo hace con una escritura bondadosa, pulcra y emotiva. Su poesía es ligera y fresca como espuma de olas. Fina y amorosa como el encaje que tejen las novias. Una vez leídos, sus textos se tornan refugio, alcoba, confesionario, espacio de intimidad, franqueza y entrega. Sitio preferido para los amantes. Para quienes creen que toda belleza es terrible pero necesaria y que el amor es el aire que sostiene a los ángeles que nos acompañan.

Manuel García Verdecia (Escritor)
Noticia de Antonio Broccardo. (Fragmento)
Prólogo a Yo me llamaba Antonio Broccardo
(Ed. Almargen, 2004)

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La primera impresión que uno se lleva con este libro es que está en presencia, al margen de la buena poesía, de un poemario de múltiples lecturas. Pero con ello no me refiero a la tan traída y llevada polisemia. Con esto de poemario de múltiples lecturas quiero expresar que quien se adentra en el mundo poético de Luis Yuseff, debe hacerlo equipado con un mínimo de bagaje histórico-cultural. Porque este mundo está habitado por los personajes más diversos, producto de lo que parecen ser incesantes lecturas del poeta. Culto, pero nunca culterano, el autor posee la extraña habilidad de introducir personajes reales y de ficción, encargados de justificar y al mismo tiempo clarificar el poema, en un amplio abanico de intertextualidad para disfrute del lector atento (...)
De lo que no cabe duda, es de la voluntad y eficacia del autor para alcanzar un estilo, una manera de decir y una comunicación inmediata con el lector y arrastrarlo al objetivo final de todo poeta: la complicidad con el lector.

Claro Misael Salcines (Escritor)
Yo me llamaba Antonio Broccardo (Ediciones Almargen, 2004)



martes, 10 de abril de 2007

Salón de última espera (Casa Editora Abril, 2007)





En el poemario que el lector tiene en sus manos y ante sus ojos, retoma Luis Yuseff el uso de la máscara: el poeta y el poema que escribe avanzan hacia nosotros enmascarados, en el sentido cartesiano: avanzan convertidos en otra persona, no en el Luis Yuseff con carné de identidad y dirección postal, el que contesta al teléfono y firma documentos, sino en el poeta que el autor se ha inventado, en la máscara escogida para presentarse. En este poemario, como antes en Yo me llamaba Antonio Broccardo, tal vez con una resonancia menos central en el presente, el poeta obrando por semejanza, se ha transfigurado en otro. Si antes era un personaje renacentista, ahora es un Devorador que va organizando sus poemas y dándole, en virtud del artificio, una suerte de unidad en algo narrativa. Poesía de referencias previas a la escritura del poema, muy efectiva y hermosa. Suele el lector, con buena memoria, realizar una lectura doble, y tener, mediante el ejercicio al que lo inducen, placeres dobles. Sus poemas traen a la poesía cubana una elegancia sentenciosa y a la vez displicente, un abandono de sabor oriental y sin embargo una precisión a lo Paul Celan. No sólo recoge poemas en prosa o en verso, sino que conjuga en un mismo texto ambos procedimientos: suele el poema en prosa pasar diestramente al verso, y éste regresar al de la prosa. Ha de encontrar el lector en ellos un suave sabor bizantino, un desplazamiento imaginario por sus rosas. Varios momentos lo llevarán a recordar el admirable Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell. Yo me felicito en presentarlo y felicito al poeta que lo ha escrito.

Antón Arrufat
Premio Nacional de Literatura
Palabras de contracubierta a
Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)

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Libro sopesado, entre la confesión y el canto. Mesurado en su composición. Justo en sus apropiaciones de otras voces. Ardiente y conmovedor. Declara una voz adulta, en posesión de su registro y con mirada que rasga lo epidérmico y busca. Rezuma urgencias. Convoca, golpea, mueve. Arroja con su presencia toda impavidez. Pleno de belleza cáustica pero regeneradora. Detrás del filo hay un alma encantada. Suerte para quienes prestemos oído.
Me olvidaba: todo cuanto he aventurado conjeturar sobre lo que se espera tras el salón de última espera —una definición, un destino, el todo o la nada — puede epitomarse en el Devorador que nos advierte el poeta, que es todo aquello. Estos poemas pueden servir muchos propósitos. Pienso que el ser que está tras estas líneas favorecería uno sobre todos, el arrancarle al Devorador, otro corazón que llevarse a la boca. El poeta se sacrifica y pone el suyo. Ya basta, dice su clamor.

Manuel García Verdecia (Escritor)
Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)

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Sus textos no se pueden leer sin pensar en la poesía cubana, en la obra grande que le sale y en el lugar que él y su obra ocupan en el universo. Todavía no sé si lo digo como el Salieri de Milos Forman, dolida y extasiadamente, o si lo digo como quien se hace justicia a sí misma. A lo mejor ocurren ambas cosas (…)
Salón de última espera permite que el lector se reconozca a medida que el texto reconoce al lector dentro de sí mismo y le ofrece la tentadora oportunidad de perderse bajo la fabulosa constelación de un puñado de símbolos —la rosa, el Devorador, el miedo al miedo—, con poemas como estacas que no perdonan a nadie, y no le temen a la exactitud, ni a la inexactitud, ni al desparpajo, ni a la elegancia; poemas con la terrible belleza de El violín o con la mentida serenidad de Las voces que murmuran: “Virginia Woolf, también yo soy como el pez que salta sobre las rocas…”
Belleza pura y dura es el resumen de estas páginas. Y no hay que hablar más cuando no se engaña, cuando lo que resta es el silencio compañero de la lectura asombrada, y la gratitud hacia el poeta.

Gleyvis Coro Montanet (Poeta y narradora)
Presentación de Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)

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Tu libro lo acabo de leer ahora, detenidamente. No sólo es muy bueno, es bellísimo. Sobrecoge cómo escribiendo desde lo terrible, sobre cosas tan terribles, está escrito a un tiempo con una delicadeza suma; es como el tallo de esa rosa de todos (de nadie), arrasada y que siempre renace, desde cualquier lugar, hasta de los fríos salones de espera de un aeropuerto. Hay muchos poemas que me gustan, que me parecen espléndidos, pero lo que más me llama la atención es ese registro: desgarro y delicadeza a un tiempo. Las voces y Navidad feliz navidad, son piedras de toque, a mi juicio. Creo que, después de un libro como ese, has de tardar un tiempo para otra cosecha, pero vale la pena.

Damaris Calderón (Poeta)
Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)

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Este libro es poesía de estremecimiento, de emoción contenida, de oblicuidades, desconciertos y tal vez desamparos.

Eduardo Heras León
Presentación de la Colección Calendario 2005
Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)


CURRICULUM Y CRÍTICAS PUBLICADAS EN LA PRENSA



Holguín, Cuba, 1975. Poeta y narrador. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Tiene publicados El traidor a las palomas (2002) y Vals de los cuerpos cortados (Premio de la Ciudad, 2003), ambos por Ediciones Holguín, Yo me llamaba Antonio Broccardo (Premio Alcorta; Ediciones Almargen, 2004), Esquema de la impura rosa (Premio América Bobia; Ediciones Vigía, 2004), Golpear las ventanas (Premio Pinos Nuevos; Editorial Letras Cubanas, 2004), Salón de última espera (Premio Calendario, 2005; Casa Editora Abril, 2007) y Oración para pedir la rosa de nadie (Editorial Cuadernos Papiro, 2007). En el 2000 obtuvo el premio Nuevas Voces de la Poesía en Holguín y en 2005 el Celestino de Cuentos, Vértice de Cuentos Breves y mención del VI Premio de Poesía Nósside Caribe. Poemas y cuentos suyos aparecen recogidos en varias antologías: El árbol que silba y canta (Ediciones Holguín-Ediciones La Luz, 2004), Antología del II Premio Internacional de Poesía Amorosa (Círculo de Bellas Artes de Palma de Mallorca, 2004), Extraños Íntimos: Retratos Poéticos de Ficción (Hidden Brook Press, Toronto, Canadá, 2004, Edición Bilingüe), No Love Lost III. An International Anthology of Poetry (Hidden Brook Press, Toronto, Canadá, 2004, Edición Bilingüe), Las riberas del tiempo (Hidden Brook Press, Toronto, Canadá, 2006, Edición Bilingüe), La madera sagrada (Ediciones Vigía, 2005), Puente del tiempo (Ediciones Holguín, 2006), Memoria de los otros y Cuarto Libro de Celestino (Ediciones La Luz, 2007). En el 2006 fue incluido en las antologías en soporte digital Un lugar para la Poesía (Editorial Cuadernos Papiros-UNEAC-Ediciones Holguín) y Los Ángeles también cantan, Selección de Poesía Latinoamericana de la Revista de Literatura y Arte OLANDINA y Casa del Poeta Peruano. En el año 2005, la Asociación Hermanos Saíz, en Holguín, le otorgó su premio a la excelencia artística “Venga la Esperanza”.
CRÍTICAS
*
Abrir las ventanas

Dibujaba ventanas hasta en las puertas
Pero nunca dibujó una puerta
No quería entrar ni salir
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver.

Tomo como leit motiv estas palabras de Roberto Juarroz, usadas por el poeta Luis Yuseff como exergo de su libro Golpear las ventanas (Editorial Letras Cubanas, 2004), y luego le sumo ciertas palabras del Corán: “El que tenga ojos para ver, que vea”. Porque este parece ser el espíritu original del poemario que es, a mi entender, la obra más completa y madura del todavía joven escritor.
Y no uso el adjetivo como apelativo menguante ni paternalista. Si acaso paternal, porque la tradición nos ha legado frases inmejorables para definirla: “Juventud, divino tesoro” y “los amados de los dioses mueren jóvenes”. De modo que el último libro de Yuseff es sin lugar a dudas obra terminada y prieta. Y vuelvo a la semántica, porque prieto no es esencialmente oscuro, sino apretado, concentrado en sí mismo.
Tal aspecto apreció el jurado del concurso Pinos Nuevos, que encabezó la escritora Marilyn Bobes, al premiar en su edición del 2004 el cuaderno del químico holguinero. El químico fue antes alquimista, antes sacerdote, antes hechicero, antes brujo. Esa precisión con que el científico añade a su fórmula porciones cuidadosamente pesadas en el laboratorio, salta a la vista en la estructura de Golpear las ventanas.
Lo nacional y urgente claman desde la primera parte, donde late el ser social. Aunque el hombre es un animal político, no hay que equivocar el sentido: tras la apariencia de lo inmediato, se esconden lo ontológico. ¿Quién soy, de dónde vengo, a dónde voy? “Fuga de Isla”, “Canción napolitana”, “Souvenir”, “Kodak Paper” I y II hablan de separaciones, idas y venires, la traición y el amor, todo impregnado de un íntimo sentido de responsabilidad social e insularidad. La maldita circunstancia del agua por todas partes, como bien dijo Piñera.
En Luis Yuseff, y no sólo en “Golpear las ventanas”, nos encontramos con la metáfora recobrada, más allá de lo coloquial y obvio. De nuevo en poesía se recurre a lo tangencial y oblicuo, y retornamos a su raíz prístina: el mito. Porque lo poético, la metáfora y sus giros de sentido nacieron del lenguaje hermético de los misterios sagrados de las religiones. Eleusis, Delfos, Abydos, Stonehenge. Festivales de primavera, orgías estivales, iniciaciones, epifanías. Todos esos “eventos” por llamarlos de algún modo, empleaban un lenguaje especial, que estaba vedado a las personas ajenas al culto.
“Cuerpo de la lluvia” es el segundo bloque. Aquí la poesía es esencialmente amorosa, aunque toda poesía es un acto de amor. El erotismo asume maneras antiguas para aludir a lo esencialmente erótico porque Luis Yuseff no puede separarse de un modo sutil de nombrar las cosas. Aunque el poemario revela profundo trasfondo hedonista, el poeta trasciende el erotismo y hurga en motivaciones sociales de relevancia universal, sin desprenderse del todo de su fino lirismo. Se apropia de referentes, pero no los expropia, los recicla y asume con su nuevo valor sígnico. Nunca estará al lado de los vanguardistas y modernos: pero su verbo no será válido cuando el amor sea obsoleto.
Cierra el libro “Casa de retratos”, donde nos reencontramos con poemas ya conocidos, de su primer cuaderno: El traidor a las palomas, que publicó Ediciones Holguín. Y también con otros más elaborados, como “Para que Virgilio lea sus poemas efímeros” y “Retrato en blanco y negro de Robert Michael Mapplethorpe”, donde rinde homenaje de un modo muy personal a dos malditos: el poeta cubano y el fotógrafo norteamericano. Al terminar de leerlo nos queda una sensación extraña: la de haber bebido un vino antiguo y estar ligados de alguna manera a un poeta del que, como de la rosa, sólo sabemos el nombre. Valor añadido del cuaderno es la hermosa ilustración de portada, del holguinero Yosvani Caisé, a tono con el contenido de este libro.
A los atisbos de una sensibilidad peculiar y un diapasón notable de referentes, reciclados para desnaturalizar el signo y recontextualizarlo, que ha devenido hecho de estilo, Yuseff suma ahora un matiz ontológico, más allá de lo inmediato visible.
Es innegable el ascenso de Yuseff (Holguín 1975) en apenas un lustro, a partir de la mención en el Premio de la Ciudad del año 2001, que le valiera la publicación del cuaderno El traidor a las palomas (Ediciones Holguín 2002), agotado en pocas semanas. El lirismo anunciado en aquella primera entrega y que despuntaba en el cuaderno La primera inocencia, premiado en 1997 en el certamen literario local León de León, deviene raigambre en sus últimos textos, que ya toman nuevos derroteros.
Golpear las ventanas es un canto a la tolerancia, la familia, la búsqueda impenitente del amor y la amistad, pero también una mirada escrutadora al futuro, un intento por responder a las eternas preguntas del hombre, cosa que suelen hacer los poetas desde los tiempos de Pompeya sin perder la novedad.

Rubén Rodríguez (Periodista, Crítico de Arte y Escritor)
Publicado en la Revista El Mar y la Montaña.


Golpear las ventanas


Mucho se ha escrito y discutido acerca de la importancia de la vida para la poesía y de la poesía para la vida. Convencido de que tanto la una como la otra son parte de un todo inseparable, me seduce el poema donde las dos luces convergen y alumbran (descubren) un cosmos íntimo y social capaz de emocionarme y provocar reflexiones sobre eso que suele llamarse “dimensión humana del hombre”. En un poema de Eliot existe una pregunta que siempre me ha inquietado: “¿A dónde fue la vida que perdimos viviendo?” Es una pregunta que me persigue siempre que intento mirar atrás para saber si he perdido o ganado en el difícil camino de existir intentando ser yo y no otro. Los amantes del fuego artificial, de los arabescos verbales y los inventos de laboratorio, mirarán con desdén la poesía contenida en un libro que anuncia la presencia de un poeta luminoso y profundo.
Golpear las ventanas, cuaderno del holguinero Luis Yuseff, publicado por la editorial Letras Cubanas en su colección Pinos Nuevos contiene textos que se caracterizan no solo por el rigor expresivo, sino por contener claves que pueden ser definitivas en la fina y tersa creación de este joven autor. Desde el dramático título hasta el último de los poemas se mantiene una honestidad creativa que lo obliga a mirarse sin temores, a tocar de forma diversa y honda los más sensibles temas existenciales y mostrársenos desnudo y transparente con una altura lírica no muy abundante entre creadores de su edad, más ocupados en epatar que en crear una obra capaz de trascenderlos.
Si reveladora y deslumbrante resulta la desnudez de Golpear las ventanas, la mirada distintiva y aristocrática de las relaciones humanas y amorosas no lo es menos. “Hay días en que me prohíbo tener amigos”, dice en el poema Kodak paper I. “Tú que vas a condenarme debes saberlo./ Yo era un niño y él me enseñó las palabras para amar./ Yo no sabía entonces de la muerte./ Porque éramos bellos y felices”. En el centro de la poesía de Luis Yuseff está el amor como entrega, como desgarramiento; resurrección, en el decir de Dulce María Loynaz. El amor que fue y el amor que no fue. “Escucha mi cantiga marinero/ tu barca en la mar se pierde/ y en la orilla mi fuego y mi danza de amarte/ junto al fuego tus mansas palomas/ mis colinas te dicen adiós”.
El libro está marcado por la sutil y moderada iluminación que la palabra adquiere cuando alcanza sonoridades de violín que toca angustia en la soledad de una montaña donde se indaga al destino, se revuelven recuerdos, se invocan poetas y artistas que resultan caros al que asume una misión terrible dispuesto a pagar un precio por alto que parezca.
Si las relaciones humanas y el amor son las columnas centrales de este libro, las preocupaciones sociales no pueden estar ausentes. “Avanzamos hacia algún sitio nombrable./ Y sin hablar optamos por el silencio”. Dice en el poema inicial, porque su conciencia no está ajena a la mirada que la realidad exige y conoce sus heridas. “Goteando sobre la isla./ Cayendo en la trampa espiral del regreso./ Con el souvenir entre las manos/ el que vuelve no sabe ya cuándo se parte de nuevo/ ¿cómo?” Dice el poeta doliéndole la ausencia, el corte de alucinantes filos de distancia y extrañamiento en los seres que amó.
Sin macerar la tristeza por amores fugaces e imposibles, Luis Yuseff nos entrega un poemario limpio, genuino, que nos lo presenta como dueño de una voz que sabe comunicarse con otros sin recurrir a ambigüedades.
Textos que entran sin violencia y se aposentan en el alma de los lectores con la fijeza y totalidad de la verdadera poesía.

René Valdés (Poeta, escritor para niños y editor)
Publicado en Revista Cauce.


Yuseff y la impura rosa


Como si fuera normal que pasaran ciertas cosas, lo burló todo y antes de crear el mundo, creó la Rosa. No fue Dios sino el hombre mismo. El componedor de versos, el poeta sobre la tierra creó la Rosa casi a su imagen y semejanza
Modeló el tallo con la paciencia de quien acaricia el territorio de un cuerpo esbelto y frágil, luego lanzó el tallo al camino.
Pero sintió pena de abandonarlo en el campo y para que resistiera le dio armas. Con las palabras dio formas a las espinas. Las hizo agudas e hirientes, también a su imagen y semejanza.
El hombre poeta dio a los otros hombres un ejemplar de lo que había creado. Ellos luego la usaron a conveniencia. Fue entonces que el poeta se sentó al borde el camino para ver la Rosa pasar y después contar cómo emergía de entre las manos de cada dueño.
Todo eso hizo Luis Yuseff después de haber creado La Rosa, después de haber entregado a cada quien el ejemplar que le pertenecía. Andaba quedo el poeta, de puntillas, para que los hombres no lo sintieran acercarse, para que no huyeran cuando él les deslizara La Rosa por entre los puños cerrados.
Sentado en el borde del camino repartió muchas Rosas y cuando le quedaban unas pocas, se las desayunó esperando reunir fuerzas para la espera. Había decidido contar la suerte de cada Rosa entregada.
Las Rosas viajan de mano en mano. El frágil gorrión de París, la cantante que dolía, dejaba asomar la suya cada mañana desde el fondo de su garganta. Los pétalos salían de su boca y caían en desbandada sobre el mundo. Luis Yuseff, pacientemente, los fue recogiendo para volver a armar La Rosa. Lo hacía de prisa, sabía que esperaban por ella la asustadiza Violeta Parra, el pobre ruiseñor de apellido Wilde y el viajero Gastón Baquero quien insistentemente le preguntaba al joven poeta ¿qué sería del mundo sin la rosa? El poeta desconocedor de la respuesta sólo atinaba a crear una Rosa tras otra, vertiginosamente. Tan rápido era su trabajo que los colores comenzaron a mezclarse. De esta suerte le nacieron al Palacio Dorado una casi asfixiada Rosa azul y le apareció al desierto la sepia y mítica Rosa de Jericó que vino al mundo cerrada porque Yuseff en la prisa olvidó echar la porción exacta de aguita de lluvia que los pétalos llevaban.
Pero llegó el momento en que las Rosas tuvieron una vida propia, diferente a la que les concedió el hermoso poeta. Así comenzaron a hablar delirantemente y esto permitió que la Rosa que había mal herido a Rainer María Rilke pudiera conversar en la oscuridad con la Rosita que deshojaba la niña cada mañana jugando a adivinar si el crecido maestro la quería o no, si la quería el padre, la madre y hasta el extraño vecino que ella espiaba a escondidas cuando entraba cada tarde al patio vecinal llevando una cesta repleta de peces, de flores o de dorados panes.
La última de las Rosas creadas por el joven Luis Yuseff era tan bella que Gastón Baquero la llevó a pasear por Villalba, instaurándola allí como único remedio a la desesperación.
Era perfecta la Rosa del maestro, tanto que un día el testigo mayor le besó cada uno de los pétalos y la sopló al espacio para que atravesara el Atlántico y se remojara en las aguas del San Juan, para que asomara por entre estas puertas azules y en un acto de bondad se nos mostrara como al descuido, para enseñarnos definitivamente lo que es la pura belleza.

Laura Ruiz (Escritora y Editora)
Publicado en la Revista Ámbito


Él se llamaba Antonio Broccardo.
Yo escribía poscrítica.


PRIMERA TESIS: Errare humanum est.
Así reza un latinajo colocado en la mayoría de las redacciones de periódicos. Más bien herrar es de herreros. En fin, todos metemos la pata. André Gide rechazó la novela En busca del tiempo perdido, cuando Marcel Proust lo sometió a su consideración.
Lo mismo hizo Ezra Pound con el manuscrito de La tierra baldía, de Eliot; y un editor del Fondo de Cultura Económica de México respondió de igual modo a Alejo Carpentier, con El reino de este mundo.
El año en que Luis Yuseff (Holguín, 1975) envió al Premio de la Ciudad el poemario Yo me llamaba Antonio Broccardo, la categoría correspondiente se declaró “desierta”.
En busca del tiempo perdido, La tierra baldía y El reino de este mundo se convirtieron en clásicos. Un jurado, compuesto por los poetas Teresa Melo, Nelson Simón y Edel Morales entregó el Premio Alcorta 2003, de la UNEAC en Pinar del Río, al libro Yo me llamaba Antonio Broccardo.
Así llega a nosotros este hermoso libro que en su momento fue tildado de “carente de eventualidad poética”.

SEGUNDA TESIS: La Literatura ha sido siempre intertextual.
La intertextualidad como práctica es mucho más antigua que el concepto, acuñado en 1967 por la escritora búlgara, Julia Kristeva.
La Eneida es una imitación de Virgilio a los modelos clásicos griegos. Dante recicla las estructuras de Homero y Virgilio. Muchas de las piezas de Shakespeare se basan en textos narrativos, novellas italianas, con un cambio del código y del medio.
Intertextuales son los neoclásicos de los siglos XVII y XVIII, quienes tenían un género al que llamaban imitación. De ese modo podían transferir al siglo XVIII una sátira de Juvenal. No solo cambiaban el código lingüístico, sino también el contexto, de la Roma imperial a la Inglaterra de Jorge I.
En este caso el autor se atiene a un pre-texto. Cambia el género, el medio, el lenguaje, el referente social, pero el mensaje es el mismo. El diálogo entre el viejo y el nuevo texto es limitado porque mantiene el contenido.
Sin embargo, existe un segundo grupo de géneros que son en sí mismos intertextuales. Tal es la parodia, donde se tiene un texto particular y se exageran las particularidades del estilo, hasta crear un efecto cómico y pasa por burla del texto original; el travesti, que toma un asunto elevado, lo cuenta en un estilo bajo y surge cierta discrepancia de efecto humorístico entre el tema, el asunto, y el estilo; y el burlesco, donde un asunto trivial se cuenta en estilo elevado.
Cuando existen varios pre-textos, estamos en presencia del collage, donde el nuevo texto es un mosaico construido con elementos de otros. Aquí el nuevo texto está, en todas sus partes, intertextualmente relacionado con sus antecedentes.
Otras formas de intertextualidad más locales son las citas y alusiones.

TERCERA TESIS: Él escribía poemas post-vanguardistas.
El concepto de intertextualidad reconoce que no sólo casos especiales, sino que todos los textos son intertextuales. Cada texto está relacionado con todos los demás, como en la Cábala y las fabulaciones de Jorge Luis Borges.
Los textos postvanguardistas se inscriben en la conciencia de la intertextualidad de todos los textos. Algunos se caracterizan por estar muy intertextualizados, de modo que crean su propia intertextualidad. Se usan, incluso, metáforas de intertextualidad. Yuseff usa otros textos como espejo del propio, y crea su propio metatexto.

CUARTA TESIS: Él se llamaba Antonio Broccardo.
Hace aproximadamente cuatro años, en el saloncito de la condesa Alejandra, a quien sus íntimos llaman Handry, el Autor pasaba la vista por una pinacoteca de Giorgio Barbarelli, recogido por la Historia del Arte como Giorgione.
Entre tapices persas y servicio de Sévres, el Autor detenía sus ojos sobre las pinturas colmadas de luz suave y tamizada, más destinada a crear una atmósfera dentro de la composición que a definir los objetos dentro de la escena.
Ya había admirado (el Autor) a La virgen con el niño en brazos, entre san Antonio de Padua y san Roque, primera obra de madurez del artista; había repasado a La Venus dormida, donde el desnudo femenino es tema principal, y había contemplado también el cuadro Los tres filósofos, donde se esboza el estilo que seguirían Tiziano y Rubens.
Los ojos del Autor vagaban por las láminas cromadas, del Retablo de Castelfranco al Concierto campestre, donde Giorgione desató una revolución contra el elemento narrativo dentro de la paisajística.
Solícita, la condesa Alejandra hacía traer un refrigerio, mostraba sus antigüedades etruscas, instaba a su bella Patricia a tocar en el clavicordio alguna pieza de Scarlatti. Sutil se deslizaba la sombra de su próximo amante, por las aguas mansas del espejo.
De pronto, el Autor quedó demudado, el libro de láminas se deslizó de sus manos y el asombro floreció en su semblante. Había encontrado un desconocido retrato del maestro. Buscó al pie. La nota rezaba: Retrato del poeta veneciano Antonio Broccardo.
La condesa Alejandra acercó una bujía y todos quedamos atónitos. El joven del lienzo, con su mano derecha posada sobre el corazón, era el vivo retrato del Autor. Este se repuso, como buen hijo de Aries, y musitó: “Yo me llamaba Antonio Broccardo… en otra vida”.

QUINTA TESIS: El juego es un signo de inteligencia.
Sólo juegan los animales inteligentes. Según estudios científicos, el juego en los animales es señal de desarrollo cerebral, de modo que sólo se observa en especies superiores. Mamíferos como el elefante y la ballena, con gran desarrollo en su sistema nervioso, juegan.
Sin embargo, las abejas, tomadas por Platón como modelo de sociedad ideal, no juegan. Sólo trabajan.
Tampoco los peces juegan.

SEXTA TESIS: La intertextualidad siempre florece donde existe interrelación de más de una cultura.
Julia Kristeva cita al ruso Mijaíl Bajtin, quien llama a la intertextualidad, dialogicidad y contrapone el texto monológico – téngase en cuenta que culturas monológicas son aquellas donde todos los discursos dicen lo mismo – con el texto dialógico, donde existe una pluralidad de discursos e incluso dentro de un mismo texto se desarrollan discursos contrapuestos.
El concepto de intertextualidad es parte de las armas con que la inteligencia de izquierda luchó contra la ideología burguesa. El texto no es una creación individual, sino una posesión colectiva y está en diálogo con todos los otros textos.

SÉPTIMA TESIS: A César lo que es de César.
Título de la pieza: El enamorado
Técnica: óleo sobre lienzo.
Dimensiones: 80 cm x 65 cm
Autor: Julio César Rodríguez Aguilar
La pieza integra actualmente una Colección privada en Costa Rica.
Julio César es graduado de la Academia de Artes Plásticas, Holguín, en 1995. Ha participado en una veintena de exposiciones colectivas y 13 personales en Cuba y el extranjero. De él señala la crítica “obras caracterizadas por su particular simbolismo y acento autobiográfico” e “influencias de los surrealistas Salvador Dalí y René Magritte, los cultivadores del gesto y la expresividad, e incluso el barroco y más específicamente el manierismo. De ahí el dramatismo un tanto declamatorio de las piezas, donde lo decorativo y lo teatral las convierten en verdaderas puestas en escena”. Agrega la crítica que en las obras se advierte “el toque sensual, el acento erótico y un cierto misticismo de corte romántico” y que “utiliza el autorretrato como vía para convertirse en materia de sus propias creaciones y transforma su imagen en objeto de manipulación plástica”. O sea, es intertextual.

OCTAVA TESIS: Dios es holguinero.
“Quizás vivir no sea más que un juego de espejos; y la inmortalidad, no saber de qué lado existes.
“Quizás, vivir no sea más que un sueño, poco feliz o menos inocente, pero, al fin, un sueño del que terminas despertando. Y la inmortalidad, ese mismo sueño pero visto del otro lado del cristal inexorable, es decir: a través del sueño que golpea incesantemente –como las mareas negras de la noche- los límites definidos del espacio y el momento en que se sueña, para transformar lo reducido de esa existencia en eternidad, otorgándole la categoría de mito.
“Y si es la muerte quien hace el mito – pues pocas veces el mito es anterior a la muerte-, entonces la inmortalidad también es asomarse a través de un juego incesante de espejos a una nueva dimensión pero vista desde la anterior; es decir: reencarnar…”
(Del poemario Yo me llamaba Antonio Broccardo)

NOVENA TESIS: Los hombres no lloran.
Es verano y mi tía Bella pedalea frenéticamente en su máquina de coser. El sudor le chorrea por los codos y un rectángulo de luz casi tangible entra por la puerta ventana que da al oeste. Los mecanismos de la vieja Singer sibilan engrasados y la rueda movida por la polea que huele a cuero, corta en lascas la imagen del escaparate.
Estoy echado bocabajo sobre el piso de madera fría, a pesar del calor. Miro las tiritas que caen constantemente, las largas serpientes de hilo. Resuenan pasos de mujer sobre el piso de madera. Huele a café colado. Los retazos son rojos, azules, verdes, amarillos…
Sobre la cama hay una plantilla de cartón del sistema Rocha. La inventora se llamaba Elia Rocha de Abreu y se fue del país cuando triunfó la Revolución.
Recojo los trozos de tela para coser capas para mis soldaditos, así nadie podrá decir que juego con muñecas. Los escondo rápidamente en el bolsillo, antes de que mi madre me vea. Pronto mis guerreros medievales lucirán atuendos dignos de Christian Dior o Karl Lagerfeld.
Sigo tendido en el suelo, con un tajo de luz sobre la espalda, recogiendo pedacitos de tela. Con ellos armaré la historia de un poeta que se llamaba Antonio Broccardo.

DÉCIMA TESIS: Nadie es profeta en su tierra.
La primera presentación del libro Yo me llamaba Antonio Broccardo en la Feria del Libro en Holguín, hubo de ser suspendida. No aparecieron los ejemplares.
La segunda presentación tampoco se realizó: se recargó el programa. Todos querían hablar a/ hasta /de /desde/ con/ para / por/ sobre los invitados nacionales.
La tercera presentación coincidió en horario con la entrega del Premio Nacional de Edición en Holguín.

UNDÉCIMA TESIS: Para gustos se han hecho los colores y para escoger las flores.
Antón prefiere las escenas venecianas del libro.
Dice Teresa que sobran las confesiones de alcoba.
La poesía es poiesis, invención, expresa el escritor y editor Manuel García Verdecia, para elogiar el cuaderno.
Tienes oficio pero no me gusta, de-fi-ni-ti-va-men-te, pone el e-mail de La Rusa.
Palabras mayores, exclama el poeta Eugenio Marrón.

DUODÉCIMA TESIS: No sólo de pan vive el hombre, pero también de pan.
Con los derechos de autor, el joven-Autor compró clavos para arreglar el techo de su casa.
Rubén Rodríguez (Periodista, Crítico de Arte y Escritor)
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