martes, 10 de abril de 2007

CURRICULUM Y CRÍTICAS PUBLICADAS EN LA PRENSA



Holguín, Cuba, 1975. Poeta y narrador. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Tiene publicados El traidor a las palomas (2002) y Vals de los cuerpos cortados (Premio de la Ciudad, 2003), ambos por Ediciones Holguín, Yo me llamaba Antonio Broccardo (Premio Alcorta; Ediciones Almargen, 2004), Esquema de la impura rosa (Premio América Bobia; Ediciones Vigía, 2004), Golpear las ventanas (Premio Pinos Nuevos; Editorial Letras Cubanas, 2004), Salón de última espera (Premio Calendario, 2005; Casa Editora Abril, 2007) y Oración para pedir la rosa de nadie (Editorial Cuadernos Papiro, 2007). En el 2000 obtuvo el premio Nuevas Voces de la Poesía en Holguín y en 2005 el Celestino de Cuentos, Vértice de Cuentos Breves y mención del VI Premio de Poesía Nósside Caribe. Poemas y cuentos suyos aparecen recogidos en varias antologías: El árbol que silba y canta (Ediciones Holguín-Ediciones La Luz, 2004), Antología del II Premio Internacional de Poesía Amorosa (Círculo de Bellas Artes de Palma de Mallorca, 2004), Extraños Íntimos: Retratos Poéticos de Ficción (Hidden Brook Press, Toronto, Canadá, 2004, Edición Bilingüe), No Love Lost III. An International Anthology of Poetry (Hidden Brook Press, Toronto, Canadá, 2004, Edición Bilingüe), Las riberas del tiempo (Hidden Brook Press, Toronto, Canadá, 2006, Edición Bilingüe), La madera sagrada (Ediciones Vigía, 2005), Puente del tiempo (Ediciones Holguín, 2006), Memoria de los otros y Cuarto Libro de Celestino (Ediciones La Luz, 2007). En el 2006 fue incluido en las antologías en soporte digital Un lugar para la Poesía (Editorial Cuadernos Papiros-UNEAC-Ediciones Holguín) y Los Ángeles también cantan, Selección de Poesía Latinoamericana de la Revista de Literatura y Arte OLANDINA y Casa del Poeta Peruano. En el año 2005, la Asociación Hermanos Saíz, en Holguín, le otorgó su premio a la excelencia artística “Venga la Esperanza”.
CRÍTICAS
*
Abrir las ventanas

Dibujaba ventanas hasta en las puertas
Pero nunca dibujó una puerta
No quería entrar ni salir
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver.

Tomo como leit motiv estas palabras de Roberto Juarroz, usadas por el poeta Luis Yuseff como exergo de su libro Golpear las ventanas (Editorial Letras Cubanas, 2004), y luego le sumo ciertas palabras del Corán: “El que tenga ojos para ver, que vea”. Porque este parece ser el espíritu original del poemario que es, a mi entender, la obra más completa y madura del todavía joven escritor.
Y no uso el adjetivo como apelativo menguante ni paternalista. Si acaso paternal, porque la tradición nos ha legado frases inmejorables para definirla: “Juventud, divino tesoro” y “los amados de los dioses mueren jóvenes”. De modo que el último libro de Yuseff es sin lugar a dudas obra terminada y prieta. Y vuelvo a la semántica, porque prieto no es esencialmente oscuro, sino apretado, concentrado en sí mismo.
Tal aspecto apreció el jurado del concurso Pinos Nuevos, que encabezó la escritora Marilyn Bobes, al premiar en su edición del 2004 el cuaderno del químico holguinero. El químico fue antes alquimista, antes sacerdote, antes hechicero, antes brujo. Esa precisión con que el científico añade a su fórmula porciones cuidadosamente pesadas en el laboratorio, salta a la vista en la estructura de Golpear las ventanas.
Lo nacional y urgente claman desde la primera parte, donde late el ser social. Aunque el hombre es un animal político, no hay que equivocar el sentido: tras la apariencia de lo inmediato, se esconden lo ontológico. ¿Quién soy, de dónde vengo, a dónde voy? “Fuga de Isla”, “Canción napolitana”, “Souvenir”, “Kodak Paper” I y II hablan de separaciones, idas y venires, la traición y el amor, todo impregnado de un íntimo sentido de responsabilidad social e insularidad. La maldita circunstancia del agua por todas partes, como bien dijo Piñera.
En Luis Yuseff, y no sólo en “Golpear las ventanas”, nos encontramos con la metáfora recobrada, más allá de lo coloquial y obvio. De nuevo en poesía se recurre a lo tangencial y oblicuo, y retornamos a su raíz prístina: el mito. Porque lo poético, la metáfora y sus giros de sentido nacieron del lenguaje hermético de los misterios sagrados de las religiones. Eleusis, Delfos, Abydos, Stonehenge. Festivales de primavera, orgías estivales, iniciaciones, epifanías. Todos esos “eventos” por llamarlos de algún modo, empleaban un lenguaje especial, que estaba vedado a las personas ajenas al culto.
“Cuerpo de la lluvia” es el segundo bloque. Aquí la poesía es esencialmente amorosa, aunque toda poesía es un acto de amor. El erotismo asume maneras antiguas para aludir a lo esencialmente erótico porque Luis Yuseff no puede separarse de un modo sutil de nombrar las cosas. Aunque el poemario revela profundo trasfondo hedonista, el poeta trasciende el erotismo y hurga en motivaciones sociales de relevancia universal, sin desprenderse del todo de su fino lirismo. Se apropia de referentes, pero no los expropia, los recicla y asume con su nuevo valor sígnico. Nunca estará al lado de los vanguardistas y modernos: pero su verbo no será válido cuando el amor sea obsoleto.
Cierra el libro “Casa de retratos”, donde nos reencontramos con poemas ya conocidos, de su primer cuaderno: El traidor a las palomas, que publicó Ediciones Holguín. Y también con otros más elaborados, como “Para que Virgilio lea sus poemas efímeros” y “Retrato en blanco y negro de Robert Michael Mapplethorpe”, donde rinde homenaje de un modo muy personal a dos malditos: el poeta cubano y el fotógrafo norteamericano. Al terminar de leerlo nos queda una sensación extraña: la de haber bebido un vino antiguo y estar ligados de alguna manera a un poeta del que, como de la rosa, sólo sabemos el nombre. Valor añadido del cuaderno es la hermosa ilustración de portada, del holguinero Yosvani Caisé, a tono con el contenido de este libro.
A los atisbos de una sensibilidad peculiar y un diapasón notable de referentes, reciclados para desnaturalizar el signo y recontextualizarlo, que ha devenido hecho de estilo, Yuseff suma ahora un matiz ontológico, más allá de lo inmediato visible.
Es innegable el ascenso de Yuseff (Holguín 1975) en apenas un lustro, a partir de la mención en el Premio de la Ciudad del año 2001, que le valiera la publicación del cuaderno El traidor a las palomas (Ediciones Holguín 2002), agotado en pocas semanas. El lirismo anunciado en aquella primera entrega y que despuntaba en el cuaderno La primera inocencia, premiado en 1997 en el certamen literario local León de León, deviene raigambre en sus últimos textos, que ya toman nuevos derroteros.
Golpear las ventanas es un canto a la tolerancia, la familia, la búsqueda impenitente del amor y la amistad, pero también una mirada escrutadora al futuro, un intento por responder a las eternas preguntas del hombre, cosa que suelen hacer los poetas desde los tiempos de Pompeya sin perder la novedad.

Rubén Rodríguez (Periodista, Crítico de Arte y Escritor)
Publicado en la Revista El Mar y la Montaña.


Golpear las ventanas


Mucho se ha escrito y discutido acerca de la importancia de la vida para la poesía y de la poesía para la vida. Convencido de que tanto la una como la otra son parte de un todo inseparable, me seduce el poema donde las dos luces convergen y alumbran (descubren) un cosmos íntimo y social capaz de emocionarme y provocar reflexiones sobre eso que suele llamarse “dimensión humana del hombre”. En un poema de Eliot existe una pregunta que siempre me ha inquietado: “¿A dónde fue la vida que perdimos viviendo?” Es una pregunta que me persigue siempre que intento mirar atrás para saber si he perdido o ganado en el difícil camino de existir intentando ser yo y no otro. Los amantes del fuego artificial, de los arabescos verbales y los inventos de laboratorio, mirarán con desdén la poesía contenida en un libro que anuncia la presencia de un poeta luminoso y profundo.
Golpear las ventanas, cuaderno del holguinero Luis Yuseff, publicado por la editorial Letras Cubanas en su colección Pinos Nuevos contiene textos que se caracterizan no solo por el rigor expresivo, sino por contener claves que pueden ser definitivas en la fina y tersa creación de este joven autor. Desde el dramático título hasta el último de los poemas se mantiene una honestidad creativa que lo obliga a mirarse sin temores, a tocar de forma diversa y honda los más sensibles temas existenciales y mostrársenos desnudo y transparente con una altura lírica no muy abundante entre creadores de su edad, más ocupados en epatar que en crear una obra capaz de trascenderlos.
Si reveladora y deslumbrante resulta la desnudez de Golpear las ventanas, la mirada distintiva y aristocrática de las relaciones humanas y amorosas no lo es menos. “Hay días en que me prohíbo tener amigos”, dice en el poema Kodak paper I. “Tú que vas a condenarme debes saberlo./ Yo era un niño y él me enseñó las palabras para amar./ Yo no sabía entonces de la muerte./ Porque éramos bellos y felices”. En el centro de la poesía de Luis Yuseff está el amor como entrega, como desgarramiento; resurrección, en el decir de Dulce María Loynaz. El amor que fue y el amor que no fue. “Escucha mi cantiga marinero/ tu barca en la mar se pierde/ y en la orilla mi fuego y mi danza de amarte/ junto al fuego tus mansas palomas/ mis colinas te dicen adiós”.
El libro está marcado por la sutil y moderada iluminación que la palabra adquiere cuando alcanza sonoridades de violín que toca angustia en la soledad de una montaña donde se indaga al destino, se revuelven recuerdos, se invocan poetas y artistas que resultan caros al que asume una misión terrible dispuesto a pagar un precio por alto que parezca.
Si las relaciones humanas y el amor son las columnas centrales de este libro, las preocupaciones sociales no pueden estar ausentes. “Avanzamos hacia algún sitio nombrable./ Y sin hablar optamos por el silencio”. Dice en el poema inicial, porque su conciencia no está ajena a la mirada que la realidad exige y conoce sus heridas. “Goteando sobre la isla./ Cayendo en la trampa espiral del regreso./ Con el souvenir entre las manos/ el que vuelve no sabe ya cuándo se parte de nuevo/ ¿cómo?” Dice el poeta doliéndole la ausencia, el corte de alucinantes filos de distancia y extrañamiento en los seres que amó.
Sin macerar la tristeza por amores fugaces e imposibles, Luis Yuseff nos entrega un poemario limpio, genuino, que nos lo presenta como dueño de una voz que sabe comunicarse con otros sin recurrir a ambigüedades.
Textos que entran sin violencia y se aposentan en el alma de los lectores con la fijeza y totalidad de la verdadera poesía.

René Valdés (Poeta, escritor para niños y editor)
Publicado en Revista Cauce.


Yuseff y la impura rosa


Como si fuera normal que pasaran ciertas cosas, lo burló todo y antes de crear el mundo, creó la Rosa. No fue Dios sino el hombre mismo. El componedor de versos, el poeta sobre la tierra creó la Rosa casi a su imagen y semejanza
Modeló el tallo con la paciencia de quien acaricia el territorio de un cuerpo esbelto y frágil, luego lanzó el tallo al camino.
Pero sintió pena de abandonarlo en el campo y para que resistiera le dio armas. Con las palabras dio formas a las espinas. Las hizo agudas e hirientes, también a su imagen y semejanza.
El hombre poeta dio a los otros hombres un ejemplar de lo que había creado. Ellos luego la usaron a conveniencia. Fue entonces que el poeta se sentó al borde el camino para ver la Rosa pasar y después contar cómo emergía de entre las manos de cada dueño.
Todo eso hizo Luis Yuseff después de haber creado La Rosa, después de haber entregado a cada quien el ejemplar que le pertenecía. Andaba quedo el poeta, de puntillas, para que los hombres no lo sintieran acercarse, para que no huyeran cuando él les deslizara La Rosa por entre los puños cerrados.
Sentado en el borde del camino repartió muchas Rosas y cuando le quedaban unas pocas, se las desayunó esperando reunir fuerzas para la espera. Había decidido contar la suerte de cada Rosa entregada.
Las Rosas viajan de mano en mano. El frágil gorrión de París, la cantante que dolía, dejaba asomar la suya cada mañana desde el fondo de su garganta. Los pétalos salían de su boca y caían en desbandada sobre el mundo. Luis Yuseff, pacientemente, los fue recogiendo para volver a armar La Rosa. Lo hacía de prisa, sabía que esperaban por ella la asustadiza Violeta Parra, el pobre ruiseñor de apellido Wilde y el viajero Gastón Baquero quien insistentemente le preguntaba al joven poeta ¿qué sería del mundo sin la rosa? El poeta desconocedor de la respuesta sólo atinaba a crear una Rosa tras otra, vertiginosamente. Tan rápido era su trabajo que los colores comenzaron a mezclarse. De esta suerte le nacieron al Palacio Dorado una casi asfixiada Rosa azul y le apareció al desierto la sepia y mítica Rosa de Jericó que vino al mundo cerrada porque Yuseff en la prisa olvidó echar la porción exacta de aguita de lluvia que los pétalos llevaban.
Pero llegó el momento en que las Rosas tuvieron una vida propia, diferente a la que les concedió el hermoso poeta. Así comenzaron a hablar delirantemente y esto permitió que la Rosa que había mal herido a Rainer María Rilke pudiera conversar en la oscuridad con la Rosita que deshojaba la niña cada mañana jugando a adivinar si el crecido maestro la quería o no, si la quería el padre, la madre y hasta el extraño vecino que ella espiaba a escondidas cuando entraba cada tarde al patio vecinal llevando una cesta repleta de peces, de flores o de dorados panes.
La última de las Rosas creadas por el joven Luis Yuseff era tan bella que Gastón Baquero la llevó a pasear por Villalba, instaurándola allí como único remedio a la desesperación.
Era perfecta la Rosa del maestro, tanto que un día el testigo mayor le besó cada uno de los pétalos y la sopló al espacio para que atravesara el Atlántico y se remojara en las aguas del San Juan, para que asomara por entre estas puertas azules y en un acto de bondad se nos mostrara como al descuido, para enseñarnos definitivamente lo que es la pura belleza.

Laura Ruiz (Escritora y Editora)
Publicado en la Revista Ámbito


Él se llamaba Antonio Broccardo.
Yo escribía poscrítica.


PRIMERA TESIS: Errare humanum est.
Así reza un latinajo colocado en la mayoría de las redacciones de periódicos. Más bien herrar es de herreros. En fin, todos metemos la pata. André Gide rechazó la novela En busca del tiempo perdido, cuando Marcel Proust lo sometió a su consideración.
Lo mismo hizo Ezra Pound con el manuscrito de La tierra baldía, de Eliot; y un editor del Fondo de Cultura Económica de México respondió de igual modo a Alejo Carpentier, con El reino de este mundo.
El año en que Luis Yuseff (Holguín, 1975) envió al Premio de la Ciudad el poemario Yo me llamaba Antonio Broccardo, la categoría correspondiente se declaró “desierta”.
En busca del tiempo perdido, La tierra baldía y El reino de este mundo se convirtieron en clásicos. Un jurado, compuesto por los poetas Teresa Melo, Nelson Simón y Edel Morales entregó el Premio Alcorta 2003, de la UNEAC en Pinar del Río, al libro Yo me llamaba Antonio Broccardo.
Así llega a nosotros este hermoso libro que en su momento fue tildado de “carente de eventualidad poética”.

SEGUNDA TESIS: La Literatura ha sido siempre intertextual.
La intertextualidad como práctica es mucho más antigua que el concepto, acuñado en 1967 por la escritora búlgara, Julia Kristeva.
La Eneida es una imitación de Virgilio a los modelos clásicos griegos. Dante recicla las estructuras de Homero y Virgilio. Muchas de las piezas de Shakespeare se basan en textos narrativos, novellas italianas, con un cambio del código y del medio.
Intertextuales son los neoclásicos de los siglos XVII y XVIII, quienes tenían un género al que llamaban imitación. De ese modo podían transferir al siglo XVIII una sátira de Juvenal. No solo cambiaban el código lingüístico, sino también el contexto, de la Roma imperial a la Inglaterra de Jorge I.
En este caso el autor se atiene a un pre-texto. Cambia el género, el medio, el lenguaje, el referente social, pero el mensaje es el mismo. El diálogo entre el viejo y el nuevo texto es limitado porque mantiene el contenido.
Sin embargo, existe un segundo grupo de géneros que son en sí mismos intertextuales. Tal es la parodia, donde se tiene un texto particular y se exageran las particularidades del estilo, hasta crear un efecto cómico y pasa por burla del texto original; el travesti, que toma un asunto elevado, lo cuenta en un estilo bajo y surge cierta discrepancia de efecto humorístico entre el tema, el asunto, y el estilo; y el burlesco, donde un asunto trivial se cuenta en estilo elevado.
Cuando existen varios pre-textos, estamos en presencia del collage, donde el nuevo texto es un mosaico construido con elementos de otros. Aquí el nuevo texto está, en todas sus partes, intertextualmente relacionado con sus antecedentes.
Otras formas de intertextualidad más locales son las citas y alusiones.

TERCERA TESIS: Él escribía poemas post-vanguardistas.
El concepto de intertextualidad reconoce que no sólo casos especiales, sino que todos los textos son intertextuales. Cada texto está relacionado con todos los demás, como en la Cábala y las fabulaciones de Jorge Luis Borges.
Los textos postvanguardistas se inscriben en la conciencia de la intertextualidad de todos los textos. Algunos se caracterizan por estar muy intertextualizados, de modo que crean su propia intertextualidad. Se usan, incluso, metáforas de intertextualidad. Yuseff usa otros textos como espejo del propio, y crea su propio metatexto.

CUARTA TESIS: Él se llamaba Antonio Broccardo.
Hace aproximadamente cuatro años, en el saloncito de la condesa Alejandra, a quien sus íntimos llaman Handry, el Autor pasaba la vista por una pinacoteca de Giorgio Barbarelli, recogido por la Historia del Arte como Giorgione.
Entre tapices persas y servicio de Sévres, el Autor detenía sus ojos sobre las pinturas colmadas de luz suave y tamizada, más destinada a crear una atmósfera dentro de la composición que a definir los objetos dentro de la escena.
Ya había admirado (el Autor) a La virgen con el niño en brazos, entre san Antonio de Padua y san Roque, primera obra de madurez del artista; había repasado a La Venus dormida, donde el desnudo femenino es tema principal, y había contemplado también el cuadro Los tres filósofos, donde se esboza el estilo que seguirían Tiziano y Rubens.
Los ojos del Autor vagaban por las láminas cromadas, del Retablo de Castelfranco al Concierto campestre, donde Giorgione desató una revolución contra el elemento narrativo dentro de la paisajística.
Solícita, la condesa Alejandra hacía traer un refrigerio, mostraba sus antigüedades etruscas, instaba a su bella Patricia a tocar en el clavicordio alguna pieza de Scarlatti. Sutil se deslizaba la sombra de su próximo amante, por las aguas mansas del espejo.
De pronto, el Autor quedó demudado, el libro de láminas se deslizó de sus manos y el asombro floreció en su semblante. Había encontrado un desconocido retrato del maestro. Buscó al pie. La nota rezaba: Retrato del poeta veneciano Antonio Broccardo.
La condesa Alejandra acercó una bujía y todos quedamos atónitos. El joven del lienzo, con su mano derecha posada sobre el corazón, era el vivo retrato del Autor. Este se repuso, como buen hijo de Aries, y musitó: “Yo me llamaba Antonio Broccardo… en otra vida”.

QUINTA TESIS: El juego es un signo de inteligencia.
Sólo juegan los animales inteligentes. Según estudios científicos, el juego en los animales es señal de desarrollo cerebral, de modo que sólo se observa en especies superiores. Mamíferos como el elefante y la ballena, con gran desarrollo en su sistema nervioso, juegan.
Sin embargo, las abejas, tomadas por Platón como modelo de sociedad ideal, no juegan. Sólo trabajan.
Tampoco los peces juegan.

SEXTA TESIS: La intertextualidad siempre florece donde existe interrelación de más de una cultura.
Julia Kristeva cita al ruso Mijaíl Bajtin, quien llama a la intertextualidad, dialogicidad y contrapone el texto monológico – téngase en cuenta que culturas monológicas son aquellas donde todos los discursos dicen lo mismo – con el texto dialógico, donde existe una pluralidad de discursos e incluso dentro de un mismo texto se desarrollan discursos contrapuestos.
El concepto de intertextualidad es parte de las armas con que la inteligencia de izquierda luchó contra la ideología burguesa. El texto no es una creación individual, sino una posesión colectiva y está en diálogo con todos los otros textos.

SÉPTIMA TESIS: A César lo que es de César.
Título de la pieza: El enamorado
Técnica: óleo sobre lienzo.
Dimensiones: 80 cm x 65 cm
Autor: Julio César Rodríguez Aguilar
La pieza integra actualmente una Colección privada en Costa Rica.
Julio César es graduado de la Academia de Artes Plásticas, Holguín, en 1995. Ha participado en una veintena de exposiciones colectivas y 13 personales en Cuba y el extranjero. De él señala la crítica “obras caracterizadas por su particular simbolismo y acento autobiográfico” e “influencias de los surrealistas Salvador Dalí y René Magritte, los cultivadores del gesto y la expresividad, e incluso el barroco y más específicamente el manierismo. De ahí el dramatismo un tanto declamatorio de las piezas, donde lo decorativo y lo teatral las convierten en verdaderas puestas en escena”. Agrega la crítica que en las obras se advierte “el toque sensual, el acento erótico y un cierto misticismo de corte romántico” y que “utiliza el autorretrato como vía para convertirse en materia de sus propias creaciones y transforma su imagen en objeto de manipulación plástica”. O sea, es intertextual.

OCTAVA TESIS: Dios es holguinero.
“Quizás vivir no sea más que un juego de espejos; y la inmortalidad, no saber de qué lado existes.
“Quizás, vivir no sea más que un sueño, poco feliz o menos inocente, pero, al fin, un sueño del que terminas despertando. Y la inmortalidad, ese mismo sueño pero visto del otro lado del cristal inexorable, es decir: a través del sueño que golpea incesantemente –como las mareas negras de la noche- los límites definidos del espacio y el momento en que se sueña, para transformar lo reducido de esa existencia en eternidad, otorgándole la categoría de mito.
“Y si es la muerte quien hace el mito – pues pocas veces el mito es anterior a la muerte-, entonces la inmortalidad también es asomarse a través de un juego incesante de espejos a una nueva dimensión pero vista desde la anterior; es decir: reencarnar…”
(Del poemario Yo me llamaba Antonio Broccardo)

NOVENA TESIS: Los hombres no lloran.
Es verano y mi tía Bella pedalea frenéticamente en su máquina de coser. El sudor le chorrea por los codos y un rectángulo de luz casi tangible entra por la puerta ventana que da al oeste. Los mecanismos de la vieja Singer sibilan engrasados y la rueda movida por la polea que huele a cuero, corta en lascas la imagen del escaparate.
Estoy echado bocabajo sobre el piso de madera fría, a pesar del calor. Miro las tiritas que caen constantemente, las largas serpientes de hilo. Resuenan pasos de mujer sobre el piso de madera. Huele a café colado. Los retazos son rojos, azules, verdes, amarillos…
Sobre la cama hay una plantilla de cartón del sistema Rocha. La inventora se llamaba Elia Rocha de Abreu y se fue del país cuando triunfó la Revolución.
Recojo los trozos de tela para coser capas para mis soldaditos, así nadie podrá decir que juego con muñecas. Los escondo rápidamente en el bolsillo, antes de que mi madre me vea. Pronto mis guerreros medievales lucirán atuendos dignos de Christian Dior o Karl Lagerfeld.
Sigo tendido en el suelo, con un tajo de luz sobre la espalda, recogiendo pedacitos de tela. Con ellos armaré la historia de un poeta que se llamaba Antonio Broccardo.

DÉCIMA TESIS: Nadie es profeta en su tierra.
La primera presentación del libro Yo me llamaba Antonio Broccardo en la Feria del Libro en Holguín, hubo de ser suspendida. No aparecieron los ejemplares.
La segunda presentación tampoco se realizó: se recargó el programa. Todos querían hablar a/ hasta /de /desde/ con/ para / por/ sobre los invitados nacionales.
La tercera presentación coincidió en horario con la entrega del Premio Nacional de Edición en Holguín.

UNDÉCIMA TESIS: Para gustos se han hecho los colores y para escoger las flores.
Antón prefiere las escenas venecianas del libro.
Dice Teresa que sobran las confesiones de alcoba.
La poesía es poiesis, invención, expresa el escritor y editor Manuel García Verdecia, para elogiar el cuaderno.
Tienes oficio pero no me gusta, de-fi-ni-ti-va-men-te, pone el e-mail de La Rusa.
Palabras mayores, exclama el poeta Eugenio Marrón.

DUODÉCIMA TESIS: No sólo de pan vive el hombre, pero también de pan.
Con los derechos de autor, el joven-Autor compró clavos para arreglar el techo de su casa.
Rubén Rodríguez (Periodista, Crítico de Arte y Escritor)
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