En el poemario que el lector tiene en sus manos y ante sus ojos, retoma Luis Yuseff el uso de la máscara: el poeta y el poema que escribe avanzan hacia nosotros enmascarados, en el sentido cartesiano: avanzan convertidos en otra persona, no en el Luis Yuseff con carné de identidad y dirección postal, el que contesta al teléfono y firma documentos, sino en el poeta que el autor se ha inventado, en la máscara escogida para presentarse. En este poemario, como antes en Yo me llamaba Antonio Broccardo, tal vez con una resonancia menos central en el presente, el poeta obrando por semejanza, se ha transfigurado en otro. Si antes era un personaje renacentista, ahora es un Devorador que va organizando sus poemas y dándole, en virtud del artificio, una suerte de unidad en algo narrativa. Poesía de referencias previas a la escritura del poema, muy efectiva y hermosa. Suele el lector, con buena memoria, realizar una lectura doble, y tener, mediante el ejercicio al que lo inducen, placeres dobles. Sus poemas traen a la poesía cubana una elegancia sentenciosa y a la vez displicente, un abandono de sabor oriental y sin embargo una precisión a lo Paul Celan. No sólo recoge poemas en prosa o en verso, sino que conjuga en un mismo texto ambos procedimientos: suele el poema en prosa pasar diestramente al verso, y éste regresar al de la prosa. Ha de encontrar el lector en ellos un suave sabor bizantino, un desplazamiento imaginario por sus rosas. Varios momentos lo llevarán a recordar el admirable Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell. Yo me felicito en presentarlo y felicito al poeta que lo ha escrito.
Antón Arrufat
Premio Nacional de Literatura
Palabras de contracubierta a
Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)
Me olvidaba: todo cuanto he aventurado conjeturar sobre lo que se espera tras el salón de última espera —una definición, un destino, el todo o la nada — puede epitomarse en el Devorador que nos advierte el poeta, que es todo aquello. Estos poemas pueden servir muchos propósitos. Pienso que el ser que está tras estas líneas favorecería uno sobre todos, el arrancarle al Devorador, otro corazón que llevarse a la boca. El poeta se sacrifica y pone el suyo. Ya basta, dice su clamor.
Manuel García Verdecia (Escritor)
Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)
Salón de última espera permite que el lector se reconozca a medida que el texto reconoce al lector dentro de sí mismo y le ofrece la tentadora oportunidad de perderse bajo la fabulosa constelación de un puñado de símbolos —la rosa, el Devorador, el miedo al miedo—, con poemas como estacas que no perdonan a nadie, y no le temen a la exactitud, ni a la inexactitud, ni al desparpajo, ni a la elegancia; poemas con la terrible belleza de El violín o con la mentida serenidad de Las voces que murmuran: “Virginia Woolf, también yo soy como el pez que salta sobre las rocas…”
Belleza pura y dura es el resumen de estas páginas. Y no hay que hablar más cuando no se engaña, cuando lo que resta es el silencio compañero de la lectura asombrada, y la gratitud hacia el poeta.
Gleyvis Coro Montanet (Poeta y narradora)
Presentación de Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)
Tu libro lo acabo de leer ahora, detenidamente. No sólo es muy bueno, es bellísimo. Sobrecoge cómo escribiendo desde lo terrible, sobre cosas tan terribles, está escrito a un tiempo con una delicadeza suma; es como el tallo de esa rosa de todos (de nadie), arrasada y que siempre renace, desde cualquier lugar, hasta de los fríos salones de espera de un aeropuerto. Hay muchos poemas que me gustan, que me parecen espléndidos, pero lo que más me llama la atención es ese registro: desgarro y delicadeza a un tiempo. Las voces y Navidad feliz navidad, son piedras de toque, a mi juicio. Creo que, después de un libro como ese, has de tardar un tiempo para otra cosecha, pero vale la pena.
Damaris Calderón (Poeta)
Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)
Presentación de la Colección Calendario 2005
Salón de última espera
(Casa Editora Abril, 2007)
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